Conociendo la época clásica de la ciudad eterna.
La ciudad de Roma es tan mítica que fácilmente podríamos poner en duda su existencia en el mundo real y no como una ciudad salida directamente de alguna novela fantástica o desde la misma mitología grecorromana. Su milenaria existencia la hizo presenciar gran parte de la historia occidental, teniendo en el periodo clásico su formación y auge arquitectónico, elemento que no solamente le concedió su apariencia característica, sino que sirvió al estado romano para consolidar su poder e influencia en la Europa de la antigüedad.
En la actualidad, Roma es una perfecta colección de periodos históricos que enriquece su acervo cultural y arquitectónico, bastante sorprendente para una ciudad con más de dos milenios de antigüedad. Y aunque algunos edificios se conservan mejor que otros, los vestigios de la época dorada de la antigua Roma aún están ahí, en parte, pero que podemos complementar mediante planos, grabados y la tecnología moderna, misma que nos ayuda a echar un vistazo a la época de gloría de la capital del imperio más grande de occidente.
Grecia, su inspiración
La arquitectura clásica tiene como sus máximos representantes a Grecia y a Roma, siendo tal vez la segunda una buena imitación de la primera. Y es que a pesar de que ambas culturas son responsables de fundamentar la arquitectura occidental, la cultura Griega ya implementa las columnas y dinteles para edificar cuando la Roma antigua aún prestaba atención en busca de inspiración para generar la propia. Lo anterior no le quita ningún mérito a Roma, mucho menos cuando está, más allá de imitar solamente la arquitectura vecina, no hizo más que nutrirla y enriquecerla con sus propias contribuciones arquitectónicas, entre las que destacan la implementación de paredes de mayor tamaño, cúpulas y domos, arcos, arcadas y bóvedas.
Existe gran similitud entre ambas culturas cuando se habla sobre arquitectura clásica, pero conociendo las características de la romana, es más sencillo identificar la naturaleza estética de cada una de ellas. Si bien Grecia se caracteriza por sus acrópolis y sus grandes templos sostenidos por columnas con una estética simétrica, Roma implementa sus innovaciones para enriquecer la estructura y hacerla más fuerte, más grande y perdurable. Tal vez el ejemplo perfecto para entender esto es poner en comparativa el Partenón ateniense con el Panteón de Agripa en Roma. El Partenón por un lado recopila los elementos clásicos: columnas, techos planos, dinteles, grabados y un tamaño de proporciones considerables, todo en perfecta simetría.
Por su parte, el Panteón de Agripa, una de las edificaciones más emblemáticas de este periodo histórico, recoge elementos del clásico griego, pero innova implementando sus propios recursos arquitectónicos. Su fachada no difiere mucho del Partenón, siendo la estructura interior lo que indica que hemos dejado de percibir una obra griega ateniense. El Panteón tiene detrás de ese pórtico columnado un edificio circular, mismo que exhibe sobre sí la principal innovación romana de su época: una cúpula, la más grande del mundo por más de un milenio. Con esto vemos que Roma es más inventiva, abierta a propuestas nuevas que enriquezcan la funcionalidad de sus ciudades, sobre todo de su capital, la Roma misma, lo que nos lleva a nuestro siguiente punto, donde veremos el auge urbanístico de la Roma clásica.
Renovación urbana imperial
Si bien Roma adquirió su propia imagen arquitectónica con el tiempo, logrando diferenciarse de su hermana del mar Egeo, el auge arquitectónico de esta civilización logró darse de forma consolidada cuando Augusto, primer emperador romano, llevó a cabo un plan de renovación urbana para la capital del ahora imperio romano, dejando la Republica atrás. Su proyecto contempló la construcción de teatros, anfiteatros, una biblioteca, templos, jardines, la implementación de acueductos, y un nuevo foro, todo ello posible gracias a la pax romana, periodo de gran estabilidad para el imperio, una época dorada que le permitió a Roma financiar y enriquecer sus ciudades y capital.
Este periodo cimentará las bases reales para el auge arquitectónico romano, aquel que vería la construcción de grandes recintos característicos de la civilización imperial, como las Termas de Diocleciano y la de Caracalla, basílicas para la función pública, y por supuesto, la joya de la corona imperial, el Coliseo romano. Quedaría demostrado entonces que la arquitectura se convertiría en un gran aliado del estado romano, consolidando el poder mediante la edificación “para el pueblo”, destacando entre otras cosas los servicios como los acueductos o la creación de calzadas.
Construcciones romanas
El legado romano de la época clásica es sin duda considerable, teniendo en cuenta que gran parte de la civilización occidental obtendría de estas aportaciones arquitectónicas el material necesario para desarrollarse como cultura. Dentro de sus construcciones destacan los recintos para eventos, siendo los teatros, anfiteatros y los circos los edificios más destacables dentro del legado romano al mundo del entretenimiento, sitios que en su momento contribuyeron a mantener la economía imperial y la felicidad misma del pueblo romano mediante el espectáculo.
Otro recinto revolucionario fue el Foro, el centro cultural, religioso, comercial y financiero más importante de toda Roma. Asuntos judiciales, de gobierno, la comercialización de artículos y muchos otros asuntos civiles tenían lugar en el Foro, centro urbano rodeado de edificaciones que incluían desde basílicas de gobierno hasta templos dedicados a los dioses y a sus líderes imperiales. De este espectacular centro cultural, hoy solo quedan ruinas, mismas que representan uno de los atractivos turísticos más importantes de Roma.
Roma ha perdurado milenios, nutriéndose de forma arquitectónica como si de un gran museo de estilos y edificaciones al aire libre se tratase. Donde otras ciudades vivieron su auge y caída, la ciudad eterna se renovó a sí misma y logró llegar hasta nuestros días. Las contribuciones de su periodo clásico dieron pie a la arquitectura posterior, cambiante e innovadora, que, sin esta renovación de la arquitectura clásica de Grecia, Roma no habría logrado consolidarse como una ciudad modelo o como el imperio que algún día fue, y mucho menos, logrado fundamentar las bases de lo que hoy es la civilización occidental. Para entender el presente, es necesario analizar la arquitectura del pasado, y Roma es una pieza aún viva para hacerlo.