El ícono definitivo de la Ciudad de México.
Punto de encuentro de celebraciones y manifestaciones, referente de toda una megalópolis ante el mundo y sepulcro de muchos de los personajes más importantes de la historia mexicana, el Ángel de la Independencia es quizá el icono definitivo de la Ciudad de México. La glorieta a su alrededor es destino de turistas y festejos, su altura engalana la avenida más importante de la capital, y su significado trasciende el tiempo mismo para recordarnos los orígenes de la nación independiente que es hoy en día el México contemporáneo.
Y aunque su nombre real es Monumento a la Independencia, el Ángel no necesita de formalidades para representar al país ante el mundo entero, congregar a los capitalinos en las buenas y malas, y dotar de una identidad altamente auspiciada por el general Porfirio Díaz, sin el cual, la modernización arquitectónica de la CDMX no habría sido posible, y por ende, este símbolo nacional probablemente no habría sido edificado nunca, pues detrás de su gloria actual de dorada composición, los intentos por concebir un emblema a la independencia mexicana fueron diversos y nunca se vieron concluidos hasta la llegada de la ambición porfirista de hacer de México un país digno del reconocimiento extranjero.
Orgullo independentista
Tras el final de la guerra de independencia, se buscó arduamente ejemplificar esta victoria con un monumento digno de la lucha y sus caídos, siendo la principal propuesta para su localización el actual zócalo capitalino. Pero a pesar de los esfuerzos y la determinación de los mexicanos independientes, el país estaba fracturado económicamente, y el constante cambio de gobierno y sus conflictos impidieron el correcto desarrollo para una convocatoria que diese frutos para concebir el monumento a la independencia mexicana.
El siglo XIX avanzaba y los esfuerzos por lograr este símbolo parecían perderse. El presidente Santa Anna fue uno de los precursores de este designio nacional para concebir un monumento a la victoria, logrando generar una convocatoria que parecía dar frutos, pues las obras incluso llegaron a comenzar en la Plaza de la Constitución frente a Palacio Nacional, pero no concluyeron jamás, dejando solo los cimientos y el zócalo de la obra, del cual la plaza hoy debe su nombre.
El tiempo pasaba y los intentos seguían, pero las constantes intervenciones y conflictos impiden su correcto desarrollo. No sería hasta el porfiriato y en aras del propio centenario de la Independencia que este monumento finalmente veía la luz a ser una realidad para los capitalinos. Cien años tendrían que haber pasado para que el Monumento a la Independencia fuese una realidad en la Ciudad de México, pero a pesar de todos los contratiempos a este deseo de identidad y orgullo nacional, al final habría valido la pena dicha espera.
Victoria alada
Las obras del actual monumento a la independencia comenzaron en 1902, con una primera piedra colocada por el propio Porfirio Díaz, pues este proyecto, además de conmemorar los cien años de la independencia, también formaba parte de la transformación moderna de México bajo su gobierno y era motivo de orgullo. El monumento fue en su primera etapa una columna honoraria coronada por una estatua dorada de la Victoria alada, sosteniendo una cadena de tres eslabones y una corona de laurel, representando la victoria del México independiente a una altura de 52 metros. Su base y grabados denotan un estilo neoclásico bastante común durante el mandato de Porfirio Díaz, pues al igual que en Europa, este fue el estilo predominante de la época, un revival de la arquitectura clásica.
Su ubicación en el ya llamado Paseo de la Reforma fue elegida debido a que esta avenida representaba la modernización del México del momento, con varios desarrollos inmobiliarios edificándose en los alrededores, por lo que su ubicación sería símbolo de la transformación capitalina y del embellecimiento de la futura avenida más importante de la capital. Siguiendo los designios de convocatorias anteriores, el Monumento fue decorado con estatuas, bajorrelieves, columnas menores y escalinata, siendo esta última un motivo de constante adaptación debido al hundimiento de la capital, que hace parecer que la columna no deja de emerger del suelo.
Mausoleo a los héroes nacionales
Su uso como mausoleo a los héroes de la patria no estuvo planificado en un inicio, sino que se implementó usar el interior de la columna como nicho que albergará los restos de los personajes más importantes de la independencia. Los restos de los mismos serían trasladados de la catedral Metropolitana y otras partes del país en 1925 para ser depositados de manera definitiva en el Monumento a la Independencia. Aunado a esto, una lámpara votiva a gas fue instalada en el interior, la cual cumplirá la función de permanecer encendida siempre en honor a los héroes de la Patria.
Las esculturas forman parte de este nuevo uso como mausoleo, representando a quienes ahí descansan eternamente. Esculturas de Miguel Hidalgo, Morelos, Francisco Javier Mina, Nicolás Bravo y Vicente Guerrero decoran el pedestal en mármol blanco. Otras esculturas en yeso decoran el mausoleo, convirtiendo al Ángel en todo un monumento digno a los héroes nacionales y a la identidad misma del México independiente mediante un diseño neoclásico digno del porfiriato.
Detalles innumerables pasan desapercibidos para quienes ven a la distancia este hermoso monumento nacional, pues los grabados, nombres, esculturas y su interior resguardan todo un homenaje a la Independencia nacional, perpetuándose para siempre como un símbolo del México moderno. En la actualidad, el Ángel como se le conoce coloquialmente es centro de celebraciones nacionales, deportivas, así como punto de encuentro de manifestaciones y protestas, por lo que es constantemente custodiado y está en constante mantenimiento. Hoy se ve rodeado por la modernidad de los rascacielos y el paso de los coches y los transeúntes locales y extranjeros, pero su simbolismo e importancia se mantienen en pie, resistiendo incluso los constantes temblores capitalinos, ejemplificando, de alguna manera, el espíritu y determinación del propio mexicano.