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La milenaria arquitectura de China ha pasado de ser un estilo de edificación tradicionalista a convertirse en una de las arquitecturas más modernas de la historia

 

China es hoy una de las mayores economías del planeta, próxima a superar a los Estados Unidos como la más grande del mundo en la década por venir, demostrando su capacidad y estabilidad de hoy en día mediante la infraestructura que es capaz de implementar en sus ciudades. Al igual que a todas las grandes potencias de la actualidad, que disfrutan de demostrarle al mundo de lo que son capaces (si Estados Unidos, ya te vimos), China busca posicionarse como el próximo gigante económico mediante la edificación, utilizando una infraestructura tan moderna que logre demostrar que la nación otrora tradicional y milenaria, es hoy en día la próxima gran potencia del mundo. 

Una certeza que nos ha dejado la historia de la humanidad, es que si lo que se desea es demostrar poder y dominio en una sociedad, la edificación es por excelencia la mejor manera de manifestar el dominio. En la historia antigua, los grandes templos y palacios demostraban quien tenía el poder en el mundo; durante el dominio de la iglesia católica en Europa la edificación de iglesias demostraba su control, siendo en la era moderna los edificios y rascacielos corporativos quienes demuestran de quién depende la humanidad hoy en día. China conoce bien este uso arquitectónico desde hace milenios, por lo que no sorprende que hoy en día busque implementar dicha fórmula en una era de modernización y tecnología edificando algunos de los complejos y rascacielos más innovadores del siglo XXI.

Repasemos la historia arquitectónica de China, una trayectoria milenaria que manifiesta tradición, poder, revolución y hoy en día busca representar la modernidad del mañana en Asia y en el mundo.

La madre de la arquitectura en Asia

Hora de usar nuestra máquina del tiempo EDIFICA para viajar a varios siglos en el pasado hacía la China tradicional, esa que se proyecta en nuestro imaginario cuando pensamos en su arquitectura característica de tejados estilizados, ornamentos artesanales y un vibrante color rojo imperial. La arquitectura china es milenaria, un estilo de construcción que logró mantenerse por siglos en una región bastante basta, cuyos principales materiales fueron por más de 4 mil años la madera abundante y el ladrillo. 

Su éxito arquitectónico le permitió edificar edificios adelantados a su época, tanto por su diseño como por su altura y magnitud. Esta forma de construcción fue ampliamente replicada a lo largo del continente, siendo considerada hoy en día como la madre de la arquitectura oriental, influenciando la arquitectura de países como Vietnam, Mongolia, Corea, y por supuesto, Japón. Implementada para su uso doméstico, militar, espiritual e imperial, la arquitectura tradicional de China se caracteriza por su apariencia única de elementos icónicos como los techos de teja de cerámica, los dougongs ornamentales, su orientación y distribución y la abundancia de naturaleza en los alrededores. El color y el trabajo artesanal terminan de conformar su tradicional apariencia, con colores vivos y un rojo predominante y característico de la China Imperial, además del icónico dragón, símbolo de poder en su mitología y tradición, haciendo de la arquitectura tradicional un símbolo cultural que perdurará por 4 mil años hasta llegar a la era moderna y la revolución cultural de Mao que daría forma a la China moderna. 

En resumen, la arquitectura tradicional de China cimentó una próspera civilización imperial de tradición y cultura sin igual, siendo hoy en día firmes vestigios de una época de poder imperial que podemos ver aún en la actualidad por medio de templos, palacios, altares y mausoleos. 

La Revolución Cultural

La llegada al poder de Mao Zedong y su ideología política de carácter comunista transformó a China en un país con miras a un futuro bastante diferente a la milenaria tradición cultural del pasado. Instaurando el comunismo en el país de la postguerra, Mao buscó durante la segunda mitad del siglo XX transformar la cultura China en una más alineada a sus ideales políticos, con lo que implementó una transformación conocida hoy en día como la Revolución Cultural Proletaria, misma que, entre otras cosas, eliminaría tajantemente cualquier relación con el pasado imperial y tradicionalista de China bajo el argumento de su influencia capitalista y burguesa, instaurando como única identidad el Maoísmo y el culto a la personalidad de este. 

Sería a partir de esta etapa histórica de la China moderna que se daría su paulatina apertura al mundo moderno y a la globalización, que sin dejar el riguroso régimen instaurado por Mao, se abrió ante el mundo y su diversidad. Su economía cada vez más próspera e imparable le permitirá modernizarse en muchos aspectos, buscan representar la prosperidad de su régimen mediante una economía sólida y fuerte, ejemplificada mediante una infraestructura de primer mundo caracterizada por la edificación de modernas construcciones de cara al siglo XXI. Así, China pasaría de una arquitectura imperial, rica en cultura y tradición, a la era moderna mediante un movimiento de revolución cultural que la prepararía para recibir la modernidad del presente.

Modernización del presente

Las consecuencias de la revolución no serían del todo tan drásticas para la China moderna, pues servirán de transición entre su pasado tradicionalista a un mundo globalizado y en constante cambio. Los palacios, templos y edificaciones antiguas pasarían a ser vestigios de orgullo cultural y excelentes atractivos turísticos para el mundo occidental, mientras que su arquitectura moderna concentraría todos su esfuerzos para edificar el mundo del mañana donde China pasaría de ser el enigmático país comunista más grande del planeta, a convertirse en la próxima gran potencia económica del planeta, y como tal, su infraestructura deberá demostrar precisamente eso.

Por ello, en el siglo XXI y hasta nuestros días, China busca ser un epicentro económico y cultural no solo en la región asiática, sino para el mundo entero. Su campaña por modernizar sus principales ciudades mediante la tecnología y la modernización arquitectónica ha demostrado las capacidades del país milenario a la altura de sus principales competidores mundiales, siendo Estados Unidos el objetivo a vencer, económicamente hablando, claro.

Hoy en día, ciudades como Beijing, Shanghái, y recientemente Shenzhen, son epicentro de un florecimiento arquitectónico donde los rascacielos de modernos diseños lo impregnan todo, brindando una imagen de prosperidad económica, financiera, cultural y tecnológica. Shanghái por ejemplo, cuenta con el segundo edificio más alto del mundo solo detrás del Burj Khalifa en Dubái, un orgullo para la nación china que se alza entre una ciudad repleta de rascacielos a orillas del mar. Pero no todo busca la verticalización y el poderío financiero en la China moderna, puesto que la apuesta más reciente de la nación es ser el próximo gran epicentro cultural del mundo, y la ciudad de Shenzhen es el gran lienzo en blanco para la edificación de recintos culturales y académicos que atrae a las firmas arquitectónicas más reconocidas del mundo ofreciendo todo tipo de posibilidades para desarrollar la arquitectura del mañana en territorio asiático.