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La disciplina escultórica sirvió al movimiento Déco para representar la modernidad y la prosperidad de su época.

 

Sabemos que la escultura ha servido como representante histórico de los fenómenos acontecidos a lo largo de la historia humana, tanto para representar hechos y personajes importantes como para evidenciar el poder de aquellos capaces de financiar esta disciplina que por muchos años fue meramente un lujo de los ricos y poderosos, grandes mecenas de verdaderos artistas. Desde las culturas antiguas, pasando por el renacimiento italiano hasta llegar a la era moderna, la escultura sigue funcionando como evidencia de poderío económico y estatus, pero también funciona como un ente decorativo por excelencia. 

En este sentido, podemos encontrar un periodo histórico donde la escultura tendría un apogeo al servicio de una de las vanguardias estéticas más famosas de la historia, una cuya única finalidad, más allá de la funcionalidad o expresar un mensaje o concepto, era simple y sencillamente decorar el entorno de manera gloriosa, moderna y lujosa. En los años 20, en el periodo entre guerras conocido como los años dorados, el Art Déco encontraría en la disciplina escultórica un aliado excelente para difundir su propio estilo: ser glamuroso, monumental y elegante.

Exclusivamente ornamental

Siguiendo lo establecido por el estilo Déco, la escultura de los años 20 y 30 puede caracterizarse en dos tipos: aquella que sirvió a la decoración exterior de edificios y monumentos, y la que se utilizó como decoración interior. La primera, es tan característica como el Art Déco mismo, pues su tamaño, diseño y conceptos siguen las características de la vanguardia de la simetría y el geometrismo glamuroso. La segunda, por su parte, busca decorar los interiores de los edificios, departamentos y salones mediante una escultura de menor tamaño, exponiendo elementos de lujo y estilo como la forma humana glorificada y detalles en colores dorados o metálicos. 

Contrario a estilos anteriores, la decoración para el Art Déco es su finalidad principal, por lo cual, todo su potencial está enfocado en hacer de la escultura Déco un recurso decorativo digno de contemplación y estatus. Ya sea como recurso arquitectónico ornamental o en el interiorismo de glamour de los años 20, encontramos que la escultura de este periodo histórico expuso a la figura humana como su más grande ícono a resaltar. Pero para entender mejor este fenómeno, describimos las características de su uso interior y exterior. 

Escultura Chryselephantine

Dentro de la escultura interiorista del Art Déco encontramos la conocida como Chryselephantine, misma que se inspiraba directamente de la antigua tradición escultórica griega de agregar oro o marfil a sus esculturas. En el Art Déco, esta práctica se retoma al agregar elementos metálicos, especialmente dorados, a las figuras esculpidas en menor tamaño, que funcionan como elementos decorativos para oficinas, salones y estancias. La escultura Déco para interiores se caracteriza por ser de menor tamaño y representar frecuentemente a la figura humana en diferentes formas y posiciones heroicas, siendo uno de sus exponentes más populares el trabajo del escultor rumano Demetre Chiparus, quien fue reconocido por sus famosas esculturas de bailarinas en plena danza.

Escultura arquitectónica

La escultura Déco tuvo su protagonismo principalmente al servicio de la arquitectura de su época, funcionando como elemento ornamental de los grandes íconos arquitectónicos de la década. La escultura en este caso suele ser de mayor tamaño, gloriosa y monumental, exponiendo la figura humana una vez más de manera heroica, como si de dioses olímpicos se tratase. Ejemplos de este estilo podemos encontrarlos en la ciudad de Nueva York, el gran bastión Déco del mundo moderno, donde la escultura decora los iconos de la edificación déco como el Edificio Chrysler o el Rockefeller Center en su apoteosis decorativa.

Entre los nombres que destacan de la escultura Déco podemos encontrar a Lee Lawrie, autor de grandes esculturas a lo largo de Estados Unidos, destacando su Atlas frente a la catedral de San Patricio en Nueva York. Otro partícipe del embellecimiento Déco del Rockefeller Center es Paul Manship, que con su escultura de Prometeo frente a la Plaza Rockefeller decora con otro dios la ciudad de Nueva York. Siguiendo una figura humana más geométrica y rocosa, tenemos exponentes como Ralph Stackpole y Paul Landowski, este segundo autor del más grande exponente de la escultura Déco, el Cristo Redentor de Río de Janeiro.