A lo largo de la historia, la escultura ha estado presente como representante de religiones, culturas, hechos históricos, o buscando el embellecimiento del entorno humano.
Echemos un vistazo a la historia humana, lo más lejano en el pasado posible, y busquemos vestigios escultóricos. Si, aunque miremos miles de años en el pasado, la escultura ya formaba parte de esa naturaleza humana de querer representar la realidad a nuestro alrededor, que, si bien las primeras esculturas conocidas no son propiamente La Pietá de Miguel Ángel, ya nos indican que nuestra especie era capaz de modelar el material a su alcance con el propósito de dejar un vestigio de algún suceso, persona o animal relevante en aquel momento de la historia.
Catalogada como una de las Bellas Artes, la escultura se ha transformado a sí misma a lo largo de la historia humana, tanto en la forma de ejecutarla como en su funcionalidad. Con unos inicios rudimentarios y poco estéticos, este noble arte terminó convirtiéndose con el paso del tiempo en un recurso perfecto para la representación religiosa, cultural, y claro, artística, siendo hoy en día una herramienta que más allá de buscar el embellecimiento del entorno, representa el estatus socioeconómico de quien la posee y puede exhibirla con opulencia. Si bien esta función escultórica no es una novedad, hoy esto da mucho de qué hablar, por lo que analizaremos la realidad actual de la escultura moderna en el interiorismo.
Escultura, apoteosis artística
Para analizar la escultura moderna y su elitismo actual, es necesario, como en cualquier tema, analizar el todo del fenómeno y por supuesto, su pasado. Por ello, observemos la escultura en la antigüedad, siendo más precisos, remontándonos al antiguo Egipto, tal vez los primeros vestigios escultóricos intencionados de la historia. Si, antes había esculturas en gran parte del mundo antiguo, pero los egipcios hicieron uso de ellas para promover el culto a sus dioses y a sus líderes faraónicos. Aquí, la escultura ya adquiere una naturaleza que busca una representación más acertada de la realidad que observa a su alrededor, haciendo de la figura humana, por ejemplo, una más proporcional y detallada contraria a otras obras escultóricas de un pasado más primitivo.
Bajo este contexto, la escultura adquirió una finalidad estética, realista y ornamental, que, si bien servía para el culto religioso en la mayoría de las culturas antiguas, su imagen proyecta la intención de los artistas de capturar la realidad tal cual es. Los Griegos y los Romanos no se quedaron atrás en esta labor, pues la escultura clásica es tal vez la más representativa de todas, solamente superada por la renacentista, donde este arte llegó a su punto culminante, siendo perfecto y hermoso, cumpliendo con la función ornamental de manera sublime, y claro, manifestando el poder económico y social de quienes podían financiarlas y poseerlas, en este caso, la iglesia católica, la gran mecenas de los grandes maestros escultores.
Posteriormente, la escultura se convirtió en la herramienta de decoración arquitectónica por excelencia, capaz de representar principalmente la figura humana, así como cualquier otro concepto necesario para quien la necesitase. Esta realidad no cambiaría mucho en los siglos siguientes, lo que sí transformaría su ejecución sería la implementación de otros materiales para su práctica, y en tiempos más modernos, su aplicación según la vanguardia artística del momento, adquiriendo la naturaleza del estilo bajo el cual esta era ejecutada.
Escultura en la decoración moderna
Retomando el punto anterior, la escultura terminó por adoptar la naturaleza y características de las corrientes artísticas de los últimos dos siglos. En el Art Nouveau, la escultura fue orgánica buscando representar la naturaleza; en el Art Decó, fue cromada y estilizada en líneas rectas, buscando algo más industrial. En este sentido, la escultura no cambió su apariencia tanto en más de dos milenios como lo hizo en el último siglo, siguiendo el cambiante estilo de vida de la humanidad cada vez más frívolo y tecnológico.
Llegando a una era moderna, nos encontramos con una escultura bastante controversial, más aún si tenemos en cuenta que cuando hablamos de esta bella arte lo primero que recordamos es la belleza de los artistas renacentistas como Miguel Ángel o Bernini, para hoy encontraron con una realidad muy diferente a la belleza del mármol finamente esculpido.
La escultura moderna es capaz de emplear casi cualquier material existente y transformarlo en una obra escultórica digna del siglo XXI, influenciada en gran parte por el movimiento minimalista y el arte conceptual que predomina hoy en el arte moderno. La forma ha dejado completamente de lado el buscar la perfección de la realidad y se sustenta solamente en cómo representar un concepto, sea su representación escultórica un fiel ejemplo de ello o en absoluto demostrar todo lo contrario, o nada. La escultura hoy tiende a representar (sin el afán de generalizar), más que cultura o belleza artista, un estatus, que dota a su propietario y al artista en cuestión una posición en un mundo artístico cada vez más elitista.
Si bien las esculturas nunca fallan en su labor decorativa, cada vez se muestra más compleja la forma de querer representar algo mediante obras que carecen de un significado a primera vista y requieren de una explicación rebuscada por parte de su autor. Por otra parte, están los artistas que aprovechan este nuevo universo de posibilidades para crear esculturas innovadoras y transgresoras, que más allá de funcionar como un lujo sifisticado y decorativo, realmente representan una idea artística con formas disruptivas dignas de la era moderna.
Sean obras primigenias de la Edad de Piedra, dignas representaciones de la belleza renacentista, u obras conceptuales y vanguardistas representadas en materiales antes imposibles de implementar, la escultura no deja de servir al embellecimiento del entorno, las cuales dotan de un sentido pudiente y cultural a los recintos, que hoy en día con el poder y el dinero, ya solo dependerá de gustos escultóricos. Entre el David de Miguel Ángel y el Balloon Dog de Jeff Koons, ¿Cuál elegirías?