Del Mundo Antiguo a la proeza de la ingeniería moderna.
Egipto es el ejemplo perfecto para hablar de la arquitectura del Mundo Antiguo, que, con una impresionante colección de edificios, templos, tumbas y pirámides descubiertas, y las que faltan, representa las capacidades asombrosas de los arquitectos de la antigüedad, capaces de levantar templos dignos de dioses en la Tierra y hacerlos prevalecer por milenios. Ni las arenas ni el tiempo han podido hacer estragos hasta el olvido con estos magníficos vestigios de la arquitectura antigua, caso contrario, hoy se alzan sobre el desierto junto al Nilo de forma majestuosa como todos unos centros turísticos, los cuales han sabido ilustrarnos en tiempos más modernos sobre el pasado de esta increíble civilización.
Si algo sabemos del Antiguo Egipto es que la gran mayoría de su labor arquitectónica esta dedicada al sentido religioso, funerario y a la veneración de sus faraones considerados dioses. En este aspecto, la creación de santuarios, templos y tumbas fue una actividad común durante el desarrollo de esta civilización, dejando a lo largo y ancho de su territorio a orillas del Nilo una serie de recintos arquitectónicos caracterizados por la ornamentación escultórica y porque muchos de ellos están tallados en la roca en un estilo que hoy conocemos como speos, donde el templo o tumba se encuentra detrás de una entrada tallada en un risco o roca, y en cuyo interior se encuentra el lugar de culto repleto de esculturas y simbolismos.
De esta magnífica forma de edificación destaca un templo que podríamos denominar “moderno” a pesar de tener más de tres mil años de haberse construido al interior de un risco en la región de Nubia junto al Nilo, uno templo que hoy es el recinto funerario más importante de Egipto, cuya apariencia exterior, curioso fenómeno solar y su reubicación en tiempos modernos, hoy lo posicionan como un tesoro de la arqueología egipcia. Dedicado al faraón Ramsés II, su templo hoy es una maravilla y nos conecta con el pasado más remoto de esta impresionante civilización.
Ramsés II
“Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes: ¡contemplad mis obras, poderosos, y desesperad”. Para el antiguo Egipto, los faraones eran dioses hechos carne destinados a gobernar la Tierra, cuya dinastía sagrada gobernó desde el estatus de deidad hasta el final de los días de esta gran civilización. De todos los faraones y gobernantes del antiguo Egipto destaca uno que quizá hoy sea el más reconocido, pero cuya labor lo llevó a ser reconocido como el faraón más grande de todo el Imperio nuevo. Ramsés II de la dinastía XIX es hoy el faraón más importante de Egipto, cuya obra funeraria dedicada a su personalidad destaca en el acervo arquitectónico milenario de esta civilización como una de las más grandes proezas de la construcción de su tiempo.
El Templo de Ramsés II, conocido también como Abu Simbel (que se refiere más a la zona o complejo arqueológico que reúne varios templos en el territorio de Nubia), maravilla por su apariencia estética, su composición arquitectónica, su ubicación y por sus interiores, que exhiben un impresionante recinto de adoración al propio faraón y a otras tres deidades a la que él se iguala: Amón, Ra y Ptah.
Abu Simbel
El Templo funerario de Ramsés II destaca por su impresionante arquitectura y ornamentación escultórica de carácter monumental. Buscando mantener un dominio en la región sur de Egipto y como tributo a su victoria en la batalla de Kadesh, Ramsés II mandaría construir este templo a sí mismo y los dioses que lo acompañan en una obra arquitectónica speos excavada en la tierra a orillas del Nilo. Su templo funerario tardó 20 años en ser construido y por su magnífica apariencia buscó impresionar a sus vecinos de territorios adyacentes y consolidar su dominio en la región.
Su arquitectura sin duda maravilló en su época tanto como lo sigue haciendo hoy en día. Con más de 30 metros de altura y casi 40 de ancho, la fachada y entrada del Templo ofrece una visión escultórica titánica de los dioses Amón, Ra, Ptah y del propio Ramsés II (considerado un dios en su cultura) de forma sedente de cara a las aguas del Nilo. Las esculturas de 20 metros de altura custodian la entrada al templo, que como era tradición en Egipto, el interior del templo era de arquitectura decreciente conforme se acercaban a la zona del santuario, misma que, en un peculiar fenómeno solar, era iluminada por la luz del astro rey dos veces al año, los días 21 de octubre y 21 de febrero, 61 días antes y después del solsticio de invierno.
Reubicación del Templo
Su magnífica arquitectura prevaleció por miles de años a orillas del Nilo inmutable, que, si bien se aprecian ciertos rasgos de destrucción en su composición, como la cabeza y torso del dios Ra que yace en el suelo frente a su escultura, logró llegar al siglo XX d.C. con gran estado de preservación. A mitad del siglo XX su integridad, así como la de otros templos de Abu Simbel, se vieron amenazadas por la construcción de una presa en la zona que a largo plazo inundará la zona arqueológica y los templos. Buscando evitar esta catástrofe arqueológica, se realizó una colecta mundial para conseguir el financiamiento necesario para reubicar los templos, en especial del de Ramsés II, un movimiento que atrajo la atención del mundo y de profesionales de la arqueología para trabajar en esta hazaña de ingeniería del siglo XX y salvaguardar el Abu Simbel de su destrucción.
La campaña recolectó alrededor de 40 millones de dólares de entonces, y reunió a expertos de arqueología e ingeniería quienes trabajaron arduamente para mover el templo de su zona original a una fuera de riesgo. Para ello, fue montada una colina de roca artificial que funciona como cubierta del templo y todas sus piezas, las cuales fueron partidas en bloques para ser desmontadas y colocadas en su nuevo recinto a salvo una tras otra a modo de rompecabezas, logrando mover el enorme Templo de un sitio a otro dejándolo con la misma apariencia en su nuevo recinto, una obra de ingeniería que marcaría la historia de la arqueología moderna.
Gracias al éxito de esta operación y el excelente estado de conservación del templo de Ramsés II, hoy el sitio es uno de los centros arqueológicos, de patrimonio universal y destinos turísticos más importantes de Egipto y del mundo, un verdadero vestigio de la arquitectura del mundo antiguo que, a pesar de haber sido intervenida para su protección, sigue manifestando la misma gloria con la que el propio Ramsés la contempló durante su reinado hace ya algunos años. Sin duda, la arquitectura del antiguo Egipto y toda su civilización son temas dignos de impresionarnos siempre.