El ícono arquitectónico por excelencia del renacimiento italiano
Vestigios del renacimiento italiano podemos encontrar por montones a lo largo y ancho de la península itálica, siendo Roma por supuesto el bastión de este periodo histórico, cuyos tesoros se protegen y exhiben hoy en día con todas las medidas pertinentes y que son un atractivo turístico y visual inigualable. De entre ellos destaca una edificación que sin duda pasó a la historia tanto por su compleja concepción, la participación diversa de personajes en el proyecto, como por su monumental y hermosa apariencia que sin duda no se volverá a repetir en la historia humana.
Se trata de la Basílica de San Pedro, la sede de la fe católica y principal monumento del renacimiento italiano en Roma, una edificación tan impresionante que resguarda en cada uno de sus rincones un detalle interesante, la participación de un genio artístico, y claro, una historia que contar. Conozcamos la historia de esta monumental edificación renacentista para entender un poco más su genialidad y porque es el ícono por excelencia del renacimiento italiano.
El sepulcro del primer apóstol
Comencemos con el contexto histórico previo. Tras la crucifixión de Jesús, su apóstol Pedro pasaría a ser la cabeza de la naciente iglesia cristiana. Perseguidos por muchos años por el Imperio Romano, los cristianos llevarían a cabo su culto de forma clandestina, siendo el sepulcro de San Pedro, una vez fallecido en la cruz, un lugar de adoración y peregrinación por casi 3 siglos. Sería hasta el año 325 d.C que el cristianismo pasaría a convertirse en la fe oficial del Imperio Romano, estipulada en el concilio de Nicea por el emperador Constantino I, quien se consagrará a la fe cristiana y mandaría a edificar una iglesia en el lugar de sepulcro del primer apóstol.
Esta iglesia se convertiría en el sitio de culto oficial del cristianismo desde entonces, siendo ampliado y modificado con el paso del tiempo hasta llegar al punto donde, en pleno renacimiento italiano, el Papa Julio II ordenaría la construcción de una basílica a la altura del dominio papal en la ciudad de Roma, buscando reavivar una ciudad decadente y convertirla en el bastión de la iglesia católica del siglo XV.
San Pedro renacentista
Como era de esperarse, el mecenazgo papal le proporcionaba a la iglesia la oportunidad de trabajar con los mejores artistas de la época, siendo la construcción de la hoy basílica más grande del mundo una colaboración de diferentes visiones y genios del renacimiento que aportaron tanto en su arquitectura como en otras artes a la conclusión de la basílica definitiva del catolicismo. Su construcción iniciaría en 1506, siendo el arquitecto inicial el pintor y arquitecto Donato Bramante, al cual le sucederían otras grandes figuras en la edificación de San Pedro:
Donato Bramante: primer arquitecto del proyecto, solicitado por el propio Papa Julio II, quien sería responsable de generar el primer plano de la basílica con una cruz centralizada. La demolición de la anterior basílica paleocristiana le haría ganador del apodo de “maestro ruinoso” por lo cual sería duramente criticado dentro y fuera de la comunidad católica.
Rafael Sanzio: Tras la muerte de bramante en 1514, Rafael Sanzio, en compañía de Antonio da Sangallo el Joven tomarían la dirección del proyecto, modificando en gran medida los planes de Bramante, siendo el rasgo principal de esto el cambio de la nave principal a una de cruz latina.
Miguel Ángel: con la muerte de Sangallo en 1546 y otro Papa como sumo pontífice, el proyecto llegaría finalmente a las manos del prolífico artista Miguel Ángel, quien sería el autor de nada menos que la cúpula que hoy corona el edificio de la santa sede. Miguel Ángel retomaría el uso de cruz griega de Bramante para su visión, siendo su legado más importante su cúpula, la cual se localiza sobre la nave central marcando el lugar de sepulcro del apóstol San Pedro. Su cúpula sería concluida 24 años después de su muerte.
Carlo Maderno: el responsable de la fachada que conocemos hoy fue Carlo Maderno, algo que sería duramente criticado incluso hasta nuestros días. Si bien su fachada es monumental y reafirma un pórtico digno al complejo, bloquea en gran medida la visión hacia la cúpula de Miguel Ángel, la cual pierde peso e impacto a pesar de su gran tamaño.
Gian Lorenzo Bernini: la participación del genio de Bernini llegaría para concluir y embellecer la nueva basílica mediante su excepcional habilidad escultórica. Bernini sería el responsable de crear el baldaquino de bronce sobre el altar central de la basílica, el autor de la Cátedra de San Pedro en madera en el ábside del recinto, y en el exterior, llevaría a cabo el diseño de la columnata elíptica tan característica del patio principal de San Pedro.
El legado de todos estos artistas, tanto estructural, arquitectónico, escultórico y pictórico, convertirían a la basílica de San Pedro en todo un logro del arte renacentista, símbolo de poder de la iglesia y una obra maestra del ingenio de la humanidad. San Pedro es hoy un sitio de peregrinaje como ninguno, la iglesia del propio Papa y un destino imperdible para viajeros de todo el mundo, creyentes y no creyentes, que busquen maravillarse por la obra maestra del renacimiento italiano.