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La capital francesa está repleta de arquitectura histórica.

París, la ciudad de las luces, capital de la moda, epicentro de las artes; la capital francesa es una de las ciudades más importantes de Europa, una urbe que en la actualidad representa el furor del turismo internacional, reúne industrias de gran impacto cultural y comercial, y sirve como ejemplo de lo que una capital histórica europea debe ser aún en nuestra actualidad tan cambiante. Como toda capital europea, sus orígenes se remontan hasta los pasajes más distantes de la historia, teniendo como periodos arquitectónicos de importancia el medievo, su era monárquica y claro, la modernidad del siglo XIX hasta nuestros días, donde finalmente se consolidaba como una ciudad cosmopolita idolatrada por todo el mundo.

Al igual que Londres, Madrid o Berlín, París hoy mantiene su arquitectura clásica e histórica intacta, misma que le brinda la estética que la caracteriza como una de las capitales históricas más importantes del hemisferio occidental, recopilando a lo largo de los siglos una colección de estilos que van desde el gótico medieval más puro, al rococó digno de la monarquía francesa hoy extinta, pasando por las maravillas de la ingeniería del siglo XIX hasta la simbiosis de la arquitectura moderna con el pasado más tradicional de las calles, edificios y barrios parisinos. Como digna capital del mundo, conozcamos su naturaleza arquitectónica, pues ninguna otra ciudad en el planeta posee el amplio catálogo arquitectónico que París tiene para mostrar en pleno siglo XXI.

Pasado arquitectónico

París es una de las capitales de Europa que puede jactarse de haber sido pionera en la aparición de estilos arquitectónicos a lo largo de su historia, misma que tiene un verdadero protagonismo llegando a la época medieval, donde su más grande estilo hizo su aparición mediante grandes obras de arquitectura que aún se mantienen en pie hoy en día: el Gótico. Durante su etapa más medieval, por allá en el siglo XII, París vio el surgir del estilo gótico, caracterizado por sus esbeltas formas, la priorización de la luz natural, y el uso de contra pesos acompañado de una decoración representada por las terminaciones en ángulos, puntas y ornamentos escultóricos.

Con el paso del tiempo y la salida del medievo a tiempos monárquicos más contemporáneos, la arquitectura pasó a servir a la decoración exagerada del estilo Rococó, pomposa forma de edificar y decorar digna de la corona francesa y su dinastía gobernante, quienes explotarán este estilo a lo largo de sus residencias en la capital francesa. Su más grande exponente es el Palacio de Versalles, edificación que sirvió de residencia oficial para la monarquía francesa hasta la revolución que puso fin al gobierno monárquico en el país galo ya entrado el siglo XVIII. Su forma de edificación palaciega de remaches dorados, figuras y ornamentos orgánicos y la tendencia de hacer de todo un digno palacio de reyes y reinas pasaría a la historia bajo otro nombre más común, el estilo Luis XV. Sería el rococó el estilo que predominará en la arquitectura más contemporánea de París, haciendo de la ciudad una propia extensión de la gloria del pasado monárquico de Francia que hoy es atractivo arquitectónico principal del turismo contemporáneo en la capital. 

Modernidad parisina

Al igual que en Inglaterra, Francia vivió una era de modernidad y progreso en pleno siglo XIX, periodo donde la arquitectura buscaba volver a lo más clásico y nacionalista del panorama arquitectónico, revistándose en el caso de París, el estilo neoclásico sumado al boom de ingeniera del momento. En una era donde las potencias europeas buscaban opacarse unas a otras en diversos temas, la arquitectura no fue la excepción, dando lugar a la famosa Exposición Universal de París, la primeras de varias ediciones que reunirían los avances tecnológicos, la cultura y estilo de vida de las potencias más importantes del mundo.  

Con la llegada de este periodo industrial, surgirían en París nuevas formas y conceptos para edificar, incluida la llegada del ícono por excelencia de la capital francesa, la Torre Eiffel, una proeza de ingeniería a para la época, donde demostraban que la nueva Francia podría proponerse cualquier cosa, tanto en tema arquitectónico como de ingeniería, gastronomía, cultura y la moda. París es un verdadero paraíso de arquitectura, tanto por sus edificaciones como por sus monumentos, parques, plazas y urbanismo en general, siendo una de las pocas capitales del mundo que no se han dejado vencer por la modernidad y han logrado trascender su arquitectura histórica hasta nuestros días con un excelente estado de conservación, razón por la cual es hoy la ciudad más visitada del mundo y un verdadero destino turístico y arquitectónico bien justificado.