Los edificios medievales más famosos de Europa le deben su preservación a la visión comprometida del arquitecto francés.
El siglo XIX no fue muy diferente a nuestra actualidad en cuanto a la opinión pública se refiere, sobre todo al momento de expresar sus puntos de vista sobre intervenciones al entorno público. Si bien fue una época donde todo floreció arquitectónicamente hablando, siempre existió una opinión controversial respecto a la restauración de monumentos y edificios públicos, pues en una época donde se buscaba enaltecer las identidades patrióticas mediante el nacionalismo, modificar los símbolos arquitectónicos nacionales significaba el desprestigio de tu persona.
Si bien siempre se ha juzgado el trabajo de otros desde fuera, siendo hoy más notorio pues cualquiera puede dar una opinión no solicitada en internet, el proceder de muchos artistas y figuras públicas en la Europa del siglo XIX debía hacerse con sumo cuidado pues la reputación significaba mucho. Ese fue el caso del arquitecto Frances Eugène Viollet-le-Duc, eminencia de la arquitectura y experto en la edificación medieval, cuyos trabajos de restauración a lo largo de Europa lo consolidaron como restaurador, y al mismo tiempo lo enemistaron con la opinión pública más conservadora.
Alejándonos de los chismes victorianos, hoy hablaremos del legado de Viollet-le-Duc, cuyos trabajos de restauración contribuyeron a que aún hoy en día podamos apreciar algunas de las grandes obras arquitectónicas del Gótico Medieval, siendo su obra de restauración más notoria la intervención de la catedral de Notre Dame. Echemos un vistazo al trabajo de este nostálgico francés incomprendido.
Genio autodidacta
Eugène Viollet-le-Duc nació en París en 1814, formando parte de una familia culta dentro de la clase media francesa. Desde pequeño se mostró interesado por la arquitectura medieval, siendo la arquitectura Gótica su principal interés dentro del arte de la edificación. Se convertiría en aprendiz del genio arquitectónico francés Aquiles Leclère, quien en su momento llevaría a cabo la prodigiosa restauración del Panteón de Agripa en Roma. A pesar de contar con semejante eminencia como mentor, Eugène decide no ingresar a la Academia de Bellas Artes de París para emprender un viaje de autoformación que lo llevaría a explorar Francia e Italia, llevando consigo solamente su bloc de apuntes, todo un intrépido hipster el joven autodidacta.
Viollet-le-Duc aprendería mediante la práctica misma, participando en edificaciones y supervisando restauraciones, ganándose la formación requerida ejercer como arquitecto mediante la autoformación y no gracias a una carrera profesional en alguna academia o universidad, una ventaja de la época que hoy en día muchos quisieran aprovechar. Su formación empírica estaría tan bien fundamentada que su trabajo serviría de inspiración y estudio de los próximos grandes arquitectos del siglo XIX, entre los que destacan Héctor Guimard y Antoni Gaudí.
Restauraciones magistrales
Viollet-le-Duc siempre mantuvo firmeza en cuanto a su pensamiento restaurador y la importancia de preservar los tesoros medievales. Para él, la preservación de los edificios medievales, especialmente los de estilo Gótico, y su estudio académico, significaban más que el romantizado historicismo de la época, razón que lo llevó a conflictuarse con los teóricos de las Bellas Artes del siglo XIX. Pero Eugene era obstinado con sus ideales, por lo que prosiguió con su encomienda personal de rescatar la arquitectura medieval europea en peligro.
A su regreso a Francia, fue nombrado inspector de la restauración de la Sainte Chapelle en París, trabajo que lo colocaría entre las personalidades arquitectónicas de Francia y le haría ganarse encomiendas como la que determinaría años más tarde su carrera restauradora para siempre. Su primer gran trabajo de restauración consistió en devolver la gloria a la Abadía de Vézelay, rescatándola de una inminente destrucción consecuencia de los daños no atendidos en más de 200 años.
Abadía de Vézelay
Su primera gran encomienda consistió en solucionar los problemas estructurales de la abadía de Vézelay, edificio de estilo románico cuyos daños estructurales databan del siglo XVI y comprometían completamente el recinto. La visión estudiada de Viollet-le-Duc ofreció una serie de soluciones que mezclaban dos estilos medievales diferentes, que, si bien solucionaron la problemática estructural y ofrecieron una nueva apariencia digna al recinto religioso, las intervenciones no fueron vistas con buenos ojos. Una fachada renovada bellamente estructurada y ornamentada, arbotantes fuertes para sostener el peso de una construcción decadente por falta de mantenimiento, y un nuevo techo que solucionó los problemas de infiltración, fueron suficientes para renovar y rescatar la abadía, pero no para la aprobación pública, quienes sólo notaron las implantaciones del gótico en un edificio originalmente románico.
Catedral de Notre Dame de París
La restauración que lo catapultará a la fama sería nada menos que la intervención a la catedral más famosa de Francia. Los trabajos de restauración de Notre Dame pondrían a prueba su conocimiento arquitectónico del Gótico al buscar la renovación del ícono parisino. La catedral había sido objeto de saqueos y destrucción durante la Revolución Francesa, pasando de manos de la Iglesia al Estado, y a la Iglesia nuevamente, por lo que su integridad estaba deteriorada tanto conceptual como arquitectónicamente. Pero sin temor alguno, Viollet-le-Duc se lanzó a cumplir su obra maestra de la restauración. Sus intervenciones contemplaron gran parte del edificio: sustituyó rosetones y ventanales, restauró la fachada occidental, agregó las ya famosas gárgolas y quimeras inspiradas principalmente por la obra literaria de Víctor Hugo, Nuestra Señora de París. Pero el elemento más destacable, perdido recientemente, es la aguja central sobre el tejado, torre que se volvería emblemática de la nueva y romantizada catedral parisina. Un Epic Win para Viollet-le-Duc, aunque sus detractores también esta vez lo acusaron de pervertir la catedral. Genio incomprendido.
Basílica de Saint-Denis
Viollet-le-Duc recibió el privilegio de intervenir la que es considerada la primera catedral del estilo Gótico de la historia y sepulcro de los grandes Reyes de Francia, la basílica de Saint-Denis. Si bien la tarea de restauración fue comenzada por el arquitecto François Debret, Viollet-le-Duc sería quien diese la forma actual a la basílica, restaurando su fachada y rescatándola prácticamente de la ruina.
Basílica de Amiens
Inspirada en el estilo de Notre Dame, la basílica de Amiens recibió muy poco o nulo mantenimiento a lo largo de los siglos, por lo que cuando Viollet-le-Duc la visitó durante sus viajes quedó devastado y sumamente preocupado por las decadentes condiciones de tan hermosa edificación Gótica. Por ello, emprendió las labores de restauración que le tomarían 25 años de su vida, logrado el rescate del recinto católico y agregando algunas intervenciones destacables como el puente conector entre torres que una vez más desataría el rechazo a su trabajo por parte de sus haters contemporáneos. Sin embargo, como todas sus restauraciones, su preservación estaba garantizada, haciéndola prevalecer en óptimas condiciones hasta nuestros días.
Arquitecto y teórico, Eugène Viollet-le-Duc logró cambiar la percepción de su época respecto a la importancia de preservar edificios históricos en óptimas condiciones. Si bien su trabajo no fue del agrado de la mayoría que buscaba concentrar los esfuerzos arquitectónicos en las Bellas Artes y el historicismo victoriano, sin sus aportaciones teóricas y su legado restaurador, hoy no nos maravillaríamos con las grandes obras medievales en todo su esplendor y tal vez, el Gótico no sería lo mismo, temiendo lo peor, se habría perdido en la historia por el descuido y el paso del tiempo. Viollet-le-Duc, fuiste un héroe sin capa.