El precursor de los museos dedicados al arte.
París es reconocida por su gran afición a las artes, la cultura y la historia, siendo los franceses ávidos amantes de la preservación de objetos de gran importancia cultural como artística. No por nada la capital de Francia es una urbe repleta de arquitectura, escultura y arte por donde se mire, todo lo anterior en perfecto estado de conservación, demostrando que el pueblo parisino procura mantener su legado cultural en óptimas condiciones. Y no solamente en sus calles podemos apreciar su ímpetu por las artes y la arquitectura, sino también en sus múltiples museos distribuidos a lo ancho de la zona urbana parisina, destacando de todos ellos el museo nacional de Francia, mejor conocido como el Louvre, el famoso museo que alberga las obras más importantes del arte anterior al impresionismo, una gran legado arqueológico, y claro, la joya de su corona: la Gioconda.
Reuniendo la mayor colección de arte del mundo en un palacio de proporciones monárquicas, el Louvre es el museo más importante de toda Europa, y tal vez del mundo, tanto por las obras que en sus galerías se exhiben como por su importancia cultural e histórica, siendo este museo el precursor mismo de la exposición de arte de manera pública, teniendo como antecedente la propia revolución francesa que propició la exhibición de las colecciones privadas de manera libre, algo poco común en la Europa dominada por las monarquías. Siendo hoy el museo más visitado de todo el mundo, modelo para la museología, y todo un deleite cultural, arquitectónico e histórico, conozcamos el porqué el Louvre se ha ganado a pulso su lugar en la historia de la cultura universal.
Precursor de la museología
El Louvre es conocido más allá de su invaluable colección por la sede que lo acoge hoy en día, el palacio real de Louvre. El enorme complejo que hoy alberga enormes galerías abarrotadas de visitantes todos los días (excepto los martes), una vez sirvió de residencia real de la corona francesa, mucho tiempo antes de su trágico y republicano desenlace. Justo al corazón de París, el Palacio de Louvre se utilizó como casa real de la monarquía francesa por varios siglos, por lo que sus interiores acumularon la cada vez más vasta colección de arte de los reyes que ahí habitaron, un acervo que demostraba la afición de la familia real a coleccionar bellas artes, especialmente pintura.
Con la mudanza de la familia real al Palacio de Versalles al oeste de París, el palacio de Louvre pasaría a convertirse en la Academia Real Francesa destinada a la instrucción artística, la conservación de arte y como sede de exhibiciones. Tras el estallido de la Revolución Francesa y la caída de la monarquía, el palacio fue designado para atender las necesidades artísticas y científicas de la nueva república, el cual, con el pintor Hubert Robert como conservador designado, comenzó a trasladar las colecciones privadas de la realeza al Louvre con la finalidad de instaurar el primer museo que mostraría el arte acumulado por la corona para toda la nación.
Colección invaluable
Una vez establecido el palacio de Louvre como un museo, este se vio nutrido de obras constantemente y en incremento, siendo principalmente las colecciones privadas de la extinta monarquía y sus nobles, y posteriormente, con las guerras napoleónicas, llegaron obras internacionales a alimentar el palacio, acrecentando la colección de manera sorprendente. El colonialismo traería consigo la llegada de material arqueológico de diversas culturas antiguas, orientales y africanas, destacando el arte árabe y el egipcio como principales contribuciones arqueológicas a la colección parisina.
Por su arte, el contenido referente a bellas artes, además de la belleza arquitectónica que caracteriza al palacio, el museo se llenó de obras renacentistas italianas, destacando su joya la Gioconda, hoy detrás de un cristal antibalas y con una sala dedicada enteramente a su exhibición. Arte pictórico francés, inglés y holandés también reviste las salas del Louvre, mostrando un acervo cultural que data del medievo pasando por el renacimiento, el barroco, el rococó hasta llegar a la era ilustrada.
El Louvre posee una relevancia cultural que sobresale incluso más allá del ámbito artístico, histórico, arquitectónico y cultural, influenciando incluso a la literatura y a la industria cinematográfica, siendo sede de novelas como el Código da Vinci, y siendo un imán de turismo en múltiples sentidos. La combinación contemporánea de arquitectura renacentista francesa y el arte moderno representado por su ya famosa pirámide de cristal en el exterior, reafirma la trascendencia del Louvre como un museo destinado a permanecer custodiando el arte por muchos años más, justo al corazón de la capital de las artes, París.