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La obra escultórica más importante del Art Déco es hoy una maravilla del mundo moderno. 

 

La escultura en el fantástico mundo del Art Déco es un concepto único, monumental y heroico, capaz de glorificar la figura humana en su máxima expresión, un producto realmente admirable de contemplar e incluso hasta intimidante. Si bien las grandes obras escultóricas Déco se encuentran en la ciudad que abrazó este estilo como ninguna otra, su más grande exponente se encuentra muchos kilómetros al sur del continente americano, en las colinas costeras de la ciudad de Río de janeiro, alzándose de forma gloriosa junto al mar, exponiendo la fe predominante de uno de los países latinoamericanos más importantes del planeta.

Colosal, estilizado, imponente y sobre todo Déco, el Cristo Redentor de Río es hoy una de las Nuevas 7 Maravillas del Mundo Moderno, pero antes de serlo, fue todo un hito en la historia escultórica del país sudamericano y una obra maestra para el Art Déco en tendencia en los años 20s, proyecto que buscó representar el catolicismo de la nación del Orden y el Progreso concebido por la visión artística del escultor Paul Landowski y Gheorghe Leonida. 

El colosal proyecto de Río

Ya en la época imperial de Brasil, la idea de construir un emblema escultórico a la fe católica brasileña ya se consideraba en la cúpula imperial en el siglo XIX, pero no fue hasta comenzar el siglo XX que este proyecto comenzaría a adquirir un verdadero deseo de concretarse. Con el centenario de la independencia de Brasil en puerta, los años 20 significaron finalmente la luz verde para el proyecto de erigir un monumento a Cristo en el mirador del Cerro del Corcovado, el punto más alto de la ciudad costera de Río de Janeiro.

La obra sería encomendada al ingeniero civil Heitor da Silva Costa, quien supervisó la obra de ingeniería más grande hasta entonces en la región, cuya composición misma suponía todo un reto para levantar en la cima del Cerro del Corcovado. El trabajo de escultura sería realizado por Paul Landowski, escultor francés estudiado en Bellas Artes y de gran fama en el viejo continente, el cual se encargó de esculpir las piezas en arcilla para después enviarlas a Brasil, donde se generarían los moldes para su réplica en concreto. Por su parte, el esculpido del rostro del Cristo estuvo a cargo del rumano Gheorghe Leonida, quien, al igual que su contratista Landowski se verían parcialmente minimizados por la atención que da Silva Costa recibió como el gran responsable por la máxima obra escultórica Déco del mundo. 

Apoteosis escultórica Déco

La obra maestra de la escultura Déco fue inaugurada finalmente en 1931, convirtiéndose desde el día uno en uno de los sitios turísticos y monumentos brasileños más visitados por turistas de todo el planeta. Construida a 700 metros sobre el nivel del mar, y con una altura de 38 metros, el Cristo de Corcovado expondría el estilo Déco en uno de los destinos turísticos más icónicos de Brasil, siendo hoy un permanente vestigio de una época de estilo ya lejana.

El trabajo escultórico que envuelve al Cristo de Rio evidencia la obsesiva fascinación por estilizar de manera simétrica los iconos y la figura humana, en este caso la mítica figura religiosa de Jesús de Nazaret, quien se vería representado de manera simplificada mediante las líneas rectas, un aspecto simétrico de abrazos abiertos a modo de redención, y los rasgos propios de la escultura monumental Déco admirable en sus ropajes que caen de manera recta hacia el suelo, representando un coloso misericordioso digno de la fe católica brasileña, hoy todo un sitio de peregrinaje para creyentes de todo el mundo. 

Este icono religioso, turístico y monumental es bien conocido por muchos, pero su naturaleza Déco pasa desapercibida hasta que uno conoce bien los rasgos de este estilo de decoración de inicios del siglo XX. Reuniendo todos los rasgos característicos de la escultura Déco, la figura del Cristo Redentor expone esta vanguardia y su fino estilo decorativo aplicado en todo un icono de la cultura moderna internacional.