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El mayor acervo de conocimiento del Mundo Antiguo.

 

El Conocimiento es Poder. No hay mayor verdad respecto al mundo de la sabiduría y la cultura que esta frase, que resume el hecho de que el poder de una mente cultivada e ilustrada con los conocimientos del mundo antiguo y moderno es una puerta a muchas oportunidades, tanto intelectuales como de todo tipo. Por milenios, la humanidad ha buscado salvaguardar y preservar el saber del mundo mediante las artes, el grabado, la escritura y hoy, mediante la digitalización, siempre buscando mantener nuestras colecciones de saberes colectivos actualizadas en un mundo cambiante y donde siempre hay algo nuevo por descubrir, conocer y preservar.

El Mundo Antiguo no fue muy diferente en este sentido, puesto que la aparición de los primeros rollos de pergamino, libros y bibliotecas, buscaron el mismo fin que hoy conocemos y seguimos replicando: mantener el conocimiento en un lugar seguro y listo para ser compartido de manera libre. Las bibliotecas hoy ejemplifican dicha labor mediante sus recintos llenos de volúmenes de todo tipo de textos y saberes, edificios de paz, silencio y conocimiento que poco valoramos cuando se trata de consultar el acervo cultural de nuestra especie, pero que ha estado con nosotros desde hace más de 4 mil años, siendo una de sus grandes precursoras la legendaria Biblioteca de Alejandría, la más grande colección de conocimiento de la antigüedad, que marcaría el inicio de una tradición bibliotecaria hasta nuestra más moderna realidad.

Alejandro III de Macedonia

El Mundo Antiguo anterior a Roma y la era cristiana se caracteriza por el imperialismo y las constantes guerras en el mediterráneo. Destaca en este periodo histórico un personaje que trascendiera por su destreza militar, intelecto y capacidad de liderazgo para su pueblo y los que veían en él a un líder nato listo para cambiar el mundo antiguo. Alejandro Magno de Macedonia cambió las reglas del juego en su época, expandiendo la cultura helénica por el mediterráneo, Oriente Próximo y las míticas tierras de Egipto, donde la cultura griega ya era más que bienvenida en la región. 

Alejandro, si bien un conquistador experto, no busco oprimir a los territorios conquistados por Macedonia y Grecia, sino pretendió compartir su cultura y aprender la de los pueblos subyugados a su reino. En este sentido, Alejandro quiso establecer un lugar donde cualquiera pudiese aprender su lengua y cultura y donde, de la misma manera, cualquiera pudiese compartir la suya con el resto del mundo conocido. Apreciando el conocimiento de una manera única, Alejandro Magno decidió crear un centro donde dichos conocimientos, los más completos del mundo, estuviesen a disposición de todos y en constante crecimiento, una biblioteca universal como nunca se había visto, dispuesta a convertirse en el primer bastión mundial de sabiduría y cultura de todo el planeta.  

La Biblioteca Universal

La sede de este recinto sería nada menos que Alejandría, la ciudad fundada por Alejandro al Norte de Egipto, justo en la orilla este del Delta del Nilo, donde compartió sede con otra de las grandes construcciones del Mundo Antiguo, el Faro de Alejandría. Su construcción y administración comenzó en una época posterior a la de Alejandro de Macedonia, administrada, al igual que la ciudad, por la dinastía Ptolemaica establecida por el militar allegado al Rey macedonio, Ptolomeo. 

La biblioteca de Alejandría floreció en el Egipto helénico, pero se enriqueció de los saberes de todo el mundo, acrecentando por varios siglos su acervo de saberes, volúmenes y pergaminos de prácticamente cualquier región conocida del mundo antiguo. La biblioteca que buscaba compartir la cultura griega en la región se vio llenada por pergaminos y papiros de todo rincón del planeta, adquiridos mediante emisarios enviados a comprar cualquier tipo de escritor de cualquier tema por el mundo, así como por la transcripción y copia realizada en la propia biblioteca de todo texto que por ella pasó. Así, la biblioteca más grande del mundo se llenó de saberes universales en una ciudad portuaria que prácticamente se convirtió en el cruce marítimo y comercial más importante de la antigüedad.

Acervo y destrucción

El conocimiento reunido en la biblioteca que habría llenado de orgullo al propio Alejandro Magno abarcaba saberes de todo tipo, desde lenguaje y tradiciones griegas helenísticas hasta ciencias, comercio, artes y cultura de todo pueblo conocido en el mundo. Su gloria, preservada por la dinastía Ptolemaica a su cargo, vio florecer dicho acervo, el cual pronto y al verse su éxito, se vería replicado en diferentes regiones del dominio griego hasta la llegada de Roma y los sucesos posteriores.   

Si bien es sabido que el final de esta majestuosa biblioteca llena de conocimiento encontró su lamentable destrucción mediante un voraz incendio propiciado por el emperador Julio Cesar, la realidad es que, tras el abandono de Alejandría de adeptos a Grecia durante la llegada y hostigamiento romano, la biblioteca comenzó a quedar en el abandono y la decadencia de su archivo. Descuido, vandalismo, saqueo y el incendio, darían fin a lo que un día representó el mayor bastión de conocimiento y cultura del mundo entero.

Hoy conocemos la leyenda detrás de este centro de conocimiento, mismo que ha inspirado, tanto en el mundo real como en la ficción, recintos bibliotecarios de carácter similar, donde los libros llenan estanterías sin fin, coleccionan toda clase de conocimientos y saberes, y ofrecen la oportunidad de aprender algo nuevo en un templo dedicado a eso precisamente, al conocimiento mismo. Respecto a su arquitectura, acervo real y final exacto, lamentablemente conocemos poco, pero nuestro imaginario siempre ayuda a completar estos huecos para magnificar estos legendarios edificios del Mudo Antiguo con creces.