La joya arquitectónica que nunca vio el porfiriato.
De entre todos los delirios del general Porfirio Díaz de convertir a la Ciudad de México en una capital europea se encuentra su obsesión de hacer de la CDMX una París en América. Así como los estadounidenses buscaron replicar mediante el estilo neoclásico a la propia Roma en su capital Washington, Porfirio Díaz pretendía hacer lo propio con la capital mexicana, lo anterior principalmente propiciado por una arquitectura similar y en tendencia en el viejo continente en aquel entonces, a lo que se sumaba un estilo de vida digno de parisinos.
Ya conocemos que Porfirio Díaz poseía una enorme admiración por el país francoparlante, esto a pesar de haber luchado contra los mismos décadas atrás. Con un poco de incongruencia, y propiciado principalmente por su esposa de alta sociedad, Díaz terminaría por admirar sobremanera a Francia, creando un lazo importante entre ambas naciones en múltiples aspectos. Pero lo que se refiere a la capital nacional, esta vio como la admiración del presidente poco a poco se manifestaba en sus calles y avenidas, en plazas públicas y en un estilo de vida aristocrático europeo, donde una de las principales atracciones y pasatiempos es el teatro, y México estaría a punto de contar con uno de los más hermosos del mundo.
El Teatro en el porfiriato
Para la alta sociedad capitalina, imitar a los europeos era el día a día en lo que hoy llamamos aristocracia rancia. Entre sus actividades tenemos el comprar en tiendas finas y boutiques, asistir a museos admirándose de su propio pasado prehispánico, negándolo tal vez; y claro, consumir entretenimiento refinado para su estatus social, el cual vendría proporcionado por el teatro nacional.
De cara a los festejos por el centenario de independencia, y buscando conmemorar este magno evento con una evidencia arquitectónica de las capacidades de modernización y embellecimiento urbano del General Porfirio Díaz, muchas obras fueron planeadas en la capital mexicana, tanto para embellecer y conmemorar los cien años de independencia como para edificar recintos que la sociedad privilegiada de entonces pudiese disfrutar, siendo el Teatro Nacional uno de los lugares a redefinirse arquitectónicamente.
Si Díaz iba a dejar un legado arquitectónico, lo haría cerciorándose de que su obsesión parisina estuviese presente, y su proyecto para el nuevo teatro nacional, el actual palacio de Bellas Artes, sería la evidencia absoluta de sus intenciones. Para edificar lo que sería el recinto más hermoso de todo el país, requirió de la mente visionaria (y europea) de Adamo Boari, arquitecto italiano que pronto se convertiría en el arquitecto predilecto del General, diseñando otros edificios capitalinos complaciendo los deseos del presidente de forma magistral.
Una palacio ecléctico
El palacio de Bellas Artes comenzó su construcción a inicios del siglo XX en busca de verse concluido para las celebraciones del centenario, pero a pesar de los esfuerzos de sus autores, este jamás vería su conclusión durante el porfiriato, pues el estallido de la Revolución Mexicana paralizó las obras y Porfirio Díaz se vería obligado a exiliarse precisamente en Paris, sin ver jamás lo que hoy embellece el centro histórico de la capital mexicana.
Concluido en 1934 y tras pasar mucha modificaciones y estilos, el palacio de Bellas Artes es hoy un recinto multifuncional de arquitectura ecléctica. Pasó de idearse como un recinto renacentista a uno neoclásico, hasta terminar poseyendo un poco de todo, sumado el Art Déco de su época final de construcción. Por ello, Bellas Artes es hoy un edificio digno de contemplarse, tanto dentro como fuera de sus blancos muros de mármol.
Decorado con una bella fachada digna del renacimiento, donde estatuas magistralmente esculpidas adornan la vista exterior, Bellas Artes es un viaje a la arquitectura misma en la Ciudad de México, donde contemplamos un renacimiento de mármol blanco en combinación con un edificio neoclásico, para adentrarnos en un vestíbulo digno de los años 20s, con el dorado y la geometría del Art Déco en su vestíbulo, para posteriormente degustar una arquitectura tal vez barroca en su sala de teatro que sin duda Don Porfirio había admirado hasta las lágrimas, pues algo así solo podría haberse concebido en la Europa que tanto idolatró.
Templo a las bellas artes
Hoy el Palacio es un centro cultural por excelencia que no solamente brilla en el corazón de la CDMX por su arquitectura, sino que ofrece un recinto multifuncional para diversas disciplinas artísticas, desde el teatro, siendo la sede de la Compañía Nacional de Ópera, hasta la música, hogar de la Orquesta Sinfónica Nacional; ambas instituciones celebrando su arte en la Sala Principal del teatro con capacidad para 1,677 personas.
Por otra parte, el arte pictórico encuentra en el recinto una exposición permanente de los grandes artistas del siglo XX, los cuales dejaron su huella imborrable al interior del edificio mediante el muralismo. Entre los artistas que destacan en esta exposición permanente se encuentran Diego Rivera, Jorge González Camarena y David Alfaro Siqueiros.
Cuenta además con un museo dedicado a la arquitectura del propio palacio y otros recintos de la CDMX, siendo una excelente forma de conocer la historia del recinto de su propio interior. La importancia de Bellas Artes es tal que hoy es uno de los edificios más bellos e importantes de todo el país, una joya digna de la arquitectura porfiriana que hoy trasciende el tiempo y maravilla a todos sus visitantes. Sede de magnos eventos, ceremonias y homenajes, Bellas Artes es el gran recinto cultural del país al que muchos aspiran interpretar en su interior, exponer en sus salas, y ser reconocidos en la historia de México bajo su hermosa cúpula.