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Adaptando la arquitectura japonesa a la modernidad.

Mover siglos de edificación tradicional al campo de modernidad e innovación estética que posee el siglo XXI es todo un arte digno del intelecto y el genio japonés. Para los japoneses no hay nada más digno que sus tradiciones y el hogar mismo está repleto de estas creencias que velan por la amenidad y eficiencia de un entorno equilibrado digno de habitar. Si bien los días feudales donde las casas se construían en madera en virtud del entorno natural han quedado muy atrás, Japón se enorgullece de mantener estos edificios y sobre todo sus costumbres arquitectónicas bien preservadas, llegando a adaptarlas a días más contemporáneos para mezclarse con la voraz modernidad del siglo pasado.

En esto, un arquitecto resultó ser un experto en la transición arquitectónica de su país, llevando la arquitectura más tradicional del país del Sol Naciente a una era de posguerra donde todo era eficiencia, economizar e industrializar. Arata Isozaki, nacido en Oita en 1931, representó a la arquitectura de su país durante la segunda mitad del siglo XX, demostrando no sólo sus capacidades versátiles en el ramo arquitectónico y de diseño, sino la habilidad de su pueblo para adaptarse a una nueva era más moderna sin perder de vista nunca sus orígenes más tradicionales y culturales.

Formación metabolista

Heredando una época de ocupación estadounidense en Japón después de la Segunda Guerra Mundial, Arata Isozaki se formó como arquitecto en la universidad de Tokio siendo fuertemente influenciado por las corrientes occidentales recién llegadas al país y bajo la mentoría de otro de los grandes arquitectos japoneses de la época, Kenzo Tange. Durante su etapa universitaria como sus primeros trabajos como profesionista, Isozaki desarrolló una mezcla de estilos que buscaban mantener las raíces tradicionales de la edificación japonesa adaptándose a las corrientes más modernas de los años 70s y 80s.

Durante este periodo estuvo influenciado por el movimiento arquitectónico metabolismo, del cual Kenzo Tange era precursor. La corriente abogaba por una era de masificación, modernidad y gran tamaño digna del futurismo, donde las sociedades requieren de edificaciones capaces de abastecer vivienda y refugio para días donde lo correcto sería construir más allá de lo establecido, con formas diferentes y arriesgadas, casi como si ocurrieran de forma orgánica. Con el paso del tiempo su propio ideal regirá su forma de concebir edificios, y con ello, nacería su legado, uno sustentado en la arquitectura en función de un propósito y de sus usuarios de manera equilibrada, sin importar la forma, el tamaño y el estilo.

Independencia y renombre

Tras fundar su propio despacho arquitectónico, Isozaki desempeñó su labor profesional por más de 5 décadas, abogando siempre por sus creencias que proponen estructuras atrevidas en cuanto a forma y estética, que mezclan la modernidad contemporánea con sutiles toques tradicionales de la arquitectura japonesa. La obra de Isozaki es reconocida por la versatilidad de su apariencia, algo de lo que el arquitecto siempre se jactó en su trabajo, pues la apariencia exterior siempre resulta diferente desde cierto punto de vista, volviendo a sus edificios un deleite visual para el observador interesado. Además de su evidente genio arquitectónico y estético apreciable en todas sus obras, desde la más temprana hasta la más contemporánea, Isozaki procuro mantener ciertas creencias de su cultura en la concepción de espacios, siendo un ejemplo de ello el término “ma”, que en japón representa una pausa entre las cosas, un momento útil para disfrutar el entorno y entender nuestra estadía en él. 

Legado único

Pocos son los profesionistas que logran ejercer su carrera por casi 6 décadas continuas, dejando tras de sí un legado que lleva con orgullo su marca, estilo y propósito. Arata Isozaki es uno de ellos, reconocido a lo largo de su apasionada carrera como uno de los genios de la arquitectura moderna, invitado como profesor de arquitectura en muchas universidades de prestigio, y galardonado con el premio Pritzker en 2019, el reconocimiento más famoso dentro del mundo de la arquitectura. Su versatilidad profesional, que lo hizo probar, implementar y saltar del brutalismo al postmodernismo, del metabolismo a las maravillas híbridas de su trabajo más contemporáneo lo colocaron como una figura de indiscutible talento en la historia de la arquitectura, que lamentablemente nos dejaría en los días finales del 2022. Hoy reconocemos su contribución y legado, contemplando su obra para celebrar al genio incansable del Japón.