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La vanguardia modernista no podría explicarse sin uno de sus más importantes protagonistas.

 

Tal vez el más grande exponente del modernismo arquitectónico es Antoni Gaudí, visionario arquitecto catalán que revolucionó la forma de concebir la disciplina de la edificación a finales del siglo XIX mediante una visión que se inspiró profundamente en la naturaleza del mundo. Su legado es tan único e innovador que hoy es considerado en su mayoría patrimonio de la humanidad, exponiendo uno de los estilos arquitectónicos más bellos de la historia moderna, el modernismo, donde las formas florales, el naturalismo y un estilo de edificación visionaria digna de los softwares modernos hacen del toque de Gaudí algo completamente adelantado a su época, evidenciando su genio arquitectónico.

Observador de la naturaleza 

Gaudí nació el 25 de junio de 1852 en una familia de artesanos trabajadores de calderos, razón por la cual lograría adquirir una noción por las dimensiones digna de un arquitecto a corta edad. La infancia de Gaudí estuvo marcada por una serie de enfermedades que lo mantenían la mayor parte del tiempo inmóvil observando la perfección de la naturaleza a su alrededor, momentos donde naciera su obsesión por las formas naturales la cual regirá definitivamente su visión arquitectónica una vez dedicado a su profesión, siempre anteponiendo que las formas naturales eran la clave para una edificación original digna de los orígenes del mundo y de Dios.

Con una filosofía que se centraba en respetar los patrones de la naturaleza y sus leyes, Antoni Gaudí consideraba a la naturaleza su gran maestra y motivadora para llevar a cabo sus estudios de arquitectura, visión que lo llevaría a la ciudad de Barcelona para formarse como todo un arquitecto, pagando sus estudios profesionales gracias a diversos empleos que le permitieron completar dicha formación. Durante su carrera demostró ser un estudiante irregular que al mismo tiempo ya demostraba una visión y genialidad poco común en el entorno arquitectónico. Este espíritu diferente ajeno al repetitivo perfil de los egresados le hizo merecedor de su título universitario en 1878, saliendo al mundo a renovarlo con sus ideas arquitectónicas naturalistas en medio de una ola de modernismo en Europa. 

El nacimiento de un legado

La genialidad de Gaudí le permitió llevar a cabo grandes proyectos aún mientras estudiaba su carrera, pero una vez titulado, su empresa realmente inició, dispuesta a cambiar el concepto arquitectónico estético de la época. Estableció su propio despacho en Barcelona, donde desarrolló su característico estilo, época donde conocería a uno de sus grandes amigos, Eusebi Güell, personaje importante para la industria nacional que le permitiría a Gaudí emprender una gran cantidad de proyectos importantes en medio de un trato que iría más allá de una relación de trabajo y mecenazgo y se convertiría en una verdadera amistad.

Su amplia carrera dejaría como legado grandes edificaciones e intervenciones caracterizadas por su peculiar estilo modernista de motivos naturales y formas orgánicas, entre los que destacan la Torre Bellesguard, el parque Güell, la Casa Milá (la pedrera, y por puesto su más grande obra arquitectónica próxima a ser terminada: la Sagrada Familia de Barcelona. Su vida sería tan cambiante como su desarrollo arquitectónico, pasando de ser todo un dandi barcelonés, a convertirse en un anciano desaliñado obsesionado con su último y más grande proyecto, apariencia con la que sería encontrado muerto tras un accidente de tranvía en 1926 a la edad de 73 años.

El padre del modernismo

La arquitectura de Gaudí se caracterizaría por ser innovadora y de formas que entonces se consideraban imposibles, hoy dignas de ser concebidas por un software de diseño moderno. Gaudí apostaba todo por retratar la naturaleza en sus edificaciones, impregnándose en la forma de los edificios, en su decoración y en la estructura misma que se alejaba completamente de la edificación tradicional de formas rectas y academicistas, algo digno de todo modernista. Implementó materiales, diseños y conceptos nuevos en su forma de diseñar y construir, que jugaban con el color y la estructura ofreciendo completas obras de arte funcionales a modo de edificaciones, siendo el catalogo perfecto de su estilo modernista la basílica de la Sagrada Familia de Barcelona, edificio que recopila todos y cada uno de los elementos característicos del arquitecto más famosos del modernismo catalán.

Visionario, innovador, temerario y apasionado, Antoni Gaudí demuestra la dedicación de un artista destinado a cambiar al mundo mediante el arte y sus dones creativos, logrando generar un legado único para el mundo que demuestra las maravillas que alguien con fe en su trabajo y respeto por el entorno natural pueden concebir. Su obra consideraba adelantada a su época hoy son sinónimos de modernismo, destinos obligados para los viajeros del mundo que buscan conocer este arte fantástico del modernismo arquitectónico y dejarse maravillar por las formas naturalistas, los motivos florales, los colores en vitrales y mosaicos, el misticismo vibrante del genio de uno de los arquitectos más grandes de la historia humana.