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La residencia barroca de la Casa Borbón. 

 

Versalles es tal vez un nombre que más de alguna vez hemos escuchado a lo largo de nuestra vida para referirnos a lo que demuestra lujo, belleza, ornamentación o que es de un carácter palaciego digno de reconocimiento, propio de reyes, y no de cualquier monarquía, sino de la corona francesa, la más opulenta de todas. El palacio de Versalles, también llamado castillo por los más puristas del idioma y su traducción, es uno de los recintos históricos palaciegos más importantes de la historia de Europa, residencia palaciega que sirvió como morada de los reyes de la Casa de Borbón durante un siglo, quienes habitaron, ampliaron, redecoraron, y embellecieron la zona al oeste de París para establecer una morada digna de su sangre real endiosada que por años fue algo propio de la casa real, y que hoy, irónicamente, cualquier persona puede conocer sus interiores, exteriores, y asombrosa decoración arquitectónica y de jardinería.

El palacio que representaría el epicentro del estilo barroco y la opulencia de los reyes de Francia hoy sigue fascinando por su decoración, su excelente conservación a pesar de su saqueo revolucionario, su magnitud y extensión, y el contenido y colecciones que acercan a los visitantes de nuestra modernidad a una época ya lejana en el tiempo. Representando la gloria de lo que algún día fue la monarquía francesa hoy extinta, Versalles se mantiene inmune al tiempo, como un referente de la vida monárquica a la que todo ser humano con delirios reales aspiraría a ser y poseer: un palacio dorado concebido para el rey Sol. 

La perfecta residencia real  

A mediados del siglo XVII, la casa real de Borbón comenzó a buscar la mudanza de su entonces residencia, el palacio real de Louvre (hoy sede del actual museo del mismo nombre), destinando como tentativo destino de su nuevo hogar palaciego la residencia de Caza al oeste de París que Luis XIII había construido entre los bosques para llevar a cabo su pasatiempo favorito. Al adquirirse dichas tierras, la residencia fue demolida y en su lugar se edificó la primera parte de lo que hoy constituye el palacio de Versalles en todo su esplendor. 

Sería con la llegada de Luis XIV a la corona que la residencia se convirtió en prioridad del propio monarca, un proyecto personal destinado a convertirse en el palacio más hermoso de toda Europa, repleto de la decoración barroca que caracterizó a la familia real. Abandonando el Louvre, Versalles se convirtió en la residencia oficial de la corona de Francia por un siglo, periodo en el que el palacio se expandió, se decoró, se fortificó y embelleció a niveles increíbles. Con la llegada de la revolución y la caída de la monarquía en Francia, el palacio fue deshabitado y saqueado, y en 1830, el palacio fue destinado a albergar un museo que jamás volvería a ser habitado por realeza o gobierno alguno, sino para deleite del pueblo por medio de exhibiciones, muestra de colecciones y otros eventos destinados a las artes y a la cultura.

El Palacio

Los interiores de Versalles se caracterizan por poseer una decoración de saturación barroca que muestra el dorado del oro, el esplendor de la cristalería y la pomposidad del tamaño de sus corredores, pasillos, galerías, habitaciones y grandes salones. Queda demostrado mediante su decoración, tanto escultórica, pictórica, arquitectónica y de jardinería que Versalles representó la gloria de una Casa Real como ninguna otra en el mundo, con un exceso decorativo que sólo la corona de Francia podía darse en la época más monárquica de Europa. 

Destaca más allá del palacio sus exteriores que maravillan por su tamaño, extensión y abundante presencia de naturaleza mediante la jardinería y el paisajismo, con jardines enormes que demuestran otro de los grandes pasatiempos de los reyes, el deambular por los exteriores por sus parques y jardines degustando de la naturaleza concebida específicamente para su contemplación real. Arquitectónicamente el palacio de Versalles manifiesta un estilo que caracterizó a los Borbón por más de un siglo de residencia, con chapas doradas tanto en interior como exterior, uso escultórico abundante a lo largo del complejo, y una distribución impresionante de alas que dieron abasto a toda una comunidad al servicio del rey y su familia, toda una ciudad destinada a la corona de Francia al oeste de París. 

Hoy Versalles representa uno de los mayores atractivos turístico de París y de Francia, batiendo el récord recientemente al atraer a 8 millones de visitantes al año, mismos que pueden deambular por su interior y jardines exteriores mediante visitas guiadas, admirar las colecciones reales de arte y artículos monárquicos, y conocer de primera mano el lujo arquitectónico que alguna vez sirvió como morada para el Rey Sol y su familia y descendencia antes de la caída de la monarquía francesa. Una maravilla arquitectónica perpetuada en el tiempo, que transporta a sus visitantes al pasado más barroco de Francia mediante un palacio tan hermoso como intimidante, versallesco, valga la redundancia.