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El estilo de la aristocracia francesa. 

 

La monarquía absoluta en Francia no tiene mejor representante que el mismísimo Rey Sol, Luis XIV, monarca que gobernó por más de 72 años a la cabeza de uno de los reinos más influyentes de Europa, cuya casa real, la Casa de Borbón, aún gobierna naciones hoy en día, en España y Luxemburgo respectivamente. Catalogado como el monarca con más tiempo en el trono de toda la historia humana, Luis XIV ejemplifica a la perfección el reinado de un rey en todos los sentidos de lo absoluto, con un poder que residía en sus propios designios, la conquista a su alcance, y la opulencia y riqueza que solo la corona puede derrochar. Ejemplo de esto es el apogeo del estilo barroco en Francia durante su vida y reinado, siendo el palacio de Versalles, construido por orden suya, el ejemplo perfecto de cuán grande puede ser la opulencia real con un estilo tan cargado como el barroco a su disposición.

Afortunadamente en respuesta a los lujos decorativos y arquitectónicos del Rey Sol, tras su fallecimiento, aparecería un nuevo estilo decorativo y artístico que no solamente marcaría el fin de la era barroca y de la monarquía absolutista orquestada por Luis XIV, sino que daría un respiro a la sociedad aristócrata de la época, otorgándoles una forma de expresión que buscó contrastar con la decoración excesiva del barroco monárquico y expresar emociones más humanas y un sentido más ligero de la ornamentación, con los colores pastel como recurso, las formas ondulantes y temas como el amor, el paisajismo y la mitología como recursos de su storytelling. Así nació, durante la primera mitad del siglo XVIII en Francia, el estilo rococó, la respuesta de la burguesía a los excesos de la corona en la decoración y la arquitectura.

La opulencia de Luis XIV

Como mencionamos, el rey Sol representó el lujo, el poder, la opulencia y la elegancia de la corona a lo largo y ancho del reino de Francia en su época dorada, un reinado de más de siete décadas que se caracterizó por llevar a Francia a la cima de lo que un monarca podría representar ante el mundo, con el estilo barroco como principal medio de expresión. La aristocracia y la burguesía del momento parecía no empatar con esta constante y excesiva tendencia de saturar todo del lujo que solo la corona y la familia real eran capaces de implementar tanto decorativamente como en la vida misma, aplicando a vestimenta, pasatiempos, música y otros gustos a los que el rey era conocido por degustar.

En respuesta a esto, la alta sociedad francesa, de cara a un nuevo siglo de posibilidades, buscó hacerse con un estilo propio, que les permitiese expresar su posición en la escala social sin caer en la ridiculez de lo excesivo del barroco y poder manifestar pensamientos más acercados a la cultura y a la ilustración, con formas más ligeras y atractivas, tintes más vistosos, temáticas rodeadas de lo romántico, la belleza natural y la mitología, y una decoración si bien voluptuosa y orgánica, no tan saturada como era del gusto del rey y su opulencia. Así surgió el contra estilo aristocrático del siglo XVIII: el rococó, nombre otorgado en honor a dos de sus principales elementos decorativos, la piedra y los moluscos. 

Ornamento aristócrata por excelencia

Si bien el llamado en su momento “estilo del gusto moderno” no encantó a sus contemporáneos por diversos motivos, el paso del tiempo y el fin del barroco lo instauró como el estilo ideal para manifestar el pensar de una sociedad de cara a una nueva época que poco a poco veía el final de la era monárquica en Francia. Con una finalidad meramente estética y ornamental, el rococó busco representar un nuevo pensamiento por medio de las artes decorativas como la pintura, la escultura la jardinería y la arquitectura, centrándose en temas tales como el romance, la mitología, la belleza del entorno natural y sus formas, la mujer, y a la sociedad aristócrata y sus reuniones y quehaceres sociales. 

Para ello, utilizó el recurso ornamental basado en las formas ondulantes y orgánicas carentes de simetría; los colores vivos en tonos pastel que recordaban a la aristocracia francesa y su vestimenta. EL paisajismo y la jardinería fueron dos importantes recursos para manifestar una decoración digna de los cortesanos que buscaban diferenciarse de la corona y su opulencia cargada, mientras que en la arquitectura, los detalles dorados, la piedra y las conchas, las formas en espiral y el uso de murales con escenas nebulosas de colores pasteles, caracterizaron la implementación del rococó como estilo de una clase aspiracionista que al mismo tiempo tenía la mente orientada a otros temas de interés y de cambio, siendo uno de los rasgos más característicos de este fenómeno, la participación proactiva de las mujeres en la cultura y las artes. 

El estilo rococó sin duda marcó una era en las artes decorativas del siglo XVIII en Francia, una ornamentación caracterizada por la belleza de lo romántico, del género femenino, de la naturaleza y de la fantasía derivada de lo mitológico dentro de la cultura universal. Si bien la corona francesa podría mantener su opulencia excesiva y cargada de dorados, platas y joyas, la aristocracia tenía una decoración más amena, cultural, artística y de belleza intencionada, misma que se replicará a lo largo y ancho de Francia en la búsqueda de una identidad que al final, terminaría por sustituir al barroco de la corona y eventualmente, sería el estilo post revolucionario dominante de cara a un nuevo siglo de modernidad que vería nacer a una Francia libre y lista para convertirse en epicentro de la cultura occidental.