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La gloriosa puerta de entrada para las fuerzas napoleónicas.

 

París es la capital de los monumentos, obras arquitectónicas y escultóricas que representan la historia de la capital francesa en sus múltiples episodios de las formas más bellas posibles, con una obra arquitectónica o una escultura en cada avenida, parque, plaza o recinto que recuerda la historia, la cultura y las artes a todo parisino y turista que mire a su alrededor. Algunos de sus monumentos más importantes resaltan a la vista por su monumentalidad y composición arquitectónica de gran valor, como es el caso de su icónica Torre Eiffel, la mítica catedral de Notre Dame que expone la arquitectura gótica de manera sublime, y claro, el Arco del triunfo, la joya de la corona parisina en el corazón de la ciudad, monumento que simboliza una de las épocas más importantes de la historia post revolucionaria de Francia  y del siglo XX.

El colosal arco que domina la avenida más importante de París, los Campos Elíseos, es hoy una de las construcciones monumentales más importantes y famosas del mundo, una obra arquitectónica inspirada en el arte clásico romano que representa el orgullo y gloria de la historia Francesa a lo largo de su andar histórico, excelente escaparate cultural para la capital definitiva de Europa mediante lo impresionante que puede llegar a ser la arquitectura de gran tamaño dedicada al triunfo de la voluntad del pueblo francés.

Monumento napoleónico

Napoleón Bonaparte se encargó de llevar el nombre de Francia a la trascendencia de Europa en la era post revolucionaria, conquistando, guerreando y regresando a su patria como un héroe imperial. Pero, a pesar de sus delirios imperialistas y el culto a sí mismo, Bonaparte fue un líder militar que se enorgulleció de sus soldados y buscaba recompensarlos de alguna forma u otra tras la batalla. En 1805, tras la famosa batalla de Austerlitz, Napoleón decretó la construcción del Arco del triunfo en París, arco que, como prometió a sus tropas, marcaría su retorno a casa como héroes de guerra. 

“Regresarán a casa bajo arcos triunfales” prometió el conquistador francés, y aunque la construcción del enorme arco que marcaría la entrada a la ciudad del emperador y su ejército, la construcción de este no sería concluida hasta tres décadas más tarde. Previamente el rey Luis XV había considerado la construcción de un monumento en la misma ubicación, siendo este algo ajeno a las conquistas francesas y la gloria de las mismas, sino algo más acorde a la vida monárquica y sus delirios extravagantes: un enorme elefante que escupiría agua desde su trompa a modo de fuente.

Arco monumental

El Arco del Triunfo es una verdadera obra arquitectónica que reúne diversos recursos escultóricos, de grabado, de ornamentación y monumentales en tanto en su estructura como en el sitio donde se alza imponente. El Arco, posterior a la Primera Guerra Mundial, se convirtió en un monumento dedicado al Soldado Desconocido, una tumba a todos los soldados fallecidos en el campo de batalla de la Gran Guerra, teniendo una llama que se mantiene encendida a modo de homenaje. Su diseño incluye las inscripciones de héroes revolucionarios y héroes militares de las batallas napoleónicas, así como nombres de batallas y victorias importantes.

Los pilares están decorados con 4 grupos escultóricos que representan conceptos importantes para la historia francesa: Le Départ (1792), Le Triomphe (1810), La Résistance (1814), y La Paix (1815), siendo todos ellos verdaderas joyas escultóricas bien representadas. Además, luce diversos relieves en su superficie que muestran momentos de gran importancia para la revolución francesa y las guerras napoleónicas. Su ubicación en la Plaza de la Estrella, marca tanto el punto de partida de 12 calles parisinas, como también marca el comienzo de la avenida de los Campos Elíseos, la más importante y famosa de la capital. Si bien la plaza hoy conocida como Plaza Charles De Gaulle, fue diseñada por el arquitecto Georges-Eugene Haussmann, el arco en sí fue diseñado por otro personaje, el arquitecto Jean Chalgrin, famoso por las remodelaciones previas de diversos edificios parisinos y su hábil dominio del estilo neoclásico.  

A pesar de que el Arco de triunfo se completo mucho después del regreso de las tropas napoleónicas y se convirtió en orgullo parisino décadas más tarde, su gloria e imponente composición sigue fascinando a locales y turistas todos los días, siendo uno de los monumentos de mayor relevancia para la capital y para la arquitectura neoclásica. Su arco vería el paso del tiempo desde la glorificación del valor del pueblo parisino, tanto durante la ocupación alemana en 1940 hasta su liberación cinco años más tarde. Hoy, el Arco del Triunfo no ha sido superado ni en tamaño ni gloria por ningún otro arco en el mundo, manteniéndose como uno de los monumentos más trascendentes del siglo XIX repleto de carácter histórico, simbólico, escultórico y arquitectónico.