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La fuente más hermosa del mundo.

 

Por Miguel Garfias

Las calles de Roma esconden tesoros arquitectónicos y escultóricos como ninguna otra ciudad en el mundo, verdaderos vestigios de épocas donde el arte y la arquitectura significaron la manifestación misma del progreso humano. Desde la época clásica de Roma hasta su triunfo renacentista, la arquitectura ha servido para manifestar el poder económico y la prosperidad del pueblo romano, utilizando la edificación como forma de mostrar a los ciudadanos que su ciudad siempre ha sido una capital de arte, cultura y progreso humano civilizado, exceptuando claro las épocas de saqueos y decadencia en distintos periodos de su historia.

Incluso en lo urbanístico, Roma se caracteriza por no dejar nada en crudo, decorando de manera sublime hasta la más insignificante alcantarilla en sus calles, teniendo como una ley no oficial el embellecimiento de todo su entorno urbano, al menos así fue por mucho tiempo después del mágico renacimiento hasta bien entrado el siglo XVIII y su barroco repleto de remodelaciones. Un claro ejemplo de esta época es el embellecimiento de sus acueductos y las fuentes al final de los mismos, mismos que anunciaban la llegada de agua limpia lista para el disfrute de los romanos, de entre los cuales, destaca uno que hoy se engalana por una decoración sin igual, una fuente que podemos afirmar es la más hermosa del mundo: la fontana di trevi.

Aqua Virgo

Los acueductos son una de las contribuciones romanas para el entorno urbano civilizado más importantes de su historia, recurso que facilitó el transporte de tan importante recurso a la capital imperial y que ayudó en la agilización de la actividad romana en muchos aspectos. En la mejor de las épocas, los romanos solamente tenían que acudir a las fuentes al final de uno de los 11 acueductos alrededor de la ciudad para disfrutar de agua potable. Uno de estos acueductos fue conocido como Aqua Virgo, cuya importancia recobrará fuerza después de la decadencia del imperio romano hasta la llegada del Renacimiento, donde encontrará múltiples intentos de reconstrucción y embellecimiento de su fuente.

La existencia de fuentes o piletas al final de estos acueductos era algo común en Roma, anunciando el arribo de agua limpia y albergando en las mismas para su recolección. Con el renacimiento y años posteriores, estas piletas se tomaron como proyectos para ser embellecidos, siendo el final del Acqua Vergine un proyecto de especial interés para el papado por varios siglos.

La Fontana

Con el final del renacimiento, Roma entraría en una era de remodelaciones que buscaron rescatar edificios, esculturas y construcciones de épocas pasadas, algo típico del barroco y su forma de embellecimiento. Uno de ellos fue la fuente del Acqua Vergine, la cual por orden del Papa Urbano VIII, cerca del año 1625, recibiendo la encomienda de ser embellecida para su propio deleite contemplativo al tener la fuente justo a la vista panorámica desde su residencia. El proyecto vería pasar el tiempo, y varios papas, hasta la llegada del siglo XVIII, donde finalmente emprendería su embellecimiento que la convertiría en la fuente más hermosa de la ciudad, predispuesta para representar a Roma, su mitología y al barroco en todo su esplendor. 

La fontana di trevi, llamada así por ser una fuente justo al cruce de tres avenidos romanas (tre vie), pasaría a representar la cúspide barroca romana, rescatando elementos de arquitectos y escultores que buscaron hacerse con el proyecto en épocas anteriores (como Bernini), hasta ser decorada bajo el diseño de Nicola Salvi, autor de tan majestuosa composición arquitectónica y escultórica que hoy atrae a cientos de miles de turistas a sus aguas.

Océano, hipocampos y diosas

La belleza de esta fuente recae en su espectacular composición arquitectónica y escultórica, con grabados en alto relieve, esculturas y un orden gigantesco a modo de telón que ofrece una imagen espectacular sobre las cristalinas aguas. El telón arquitectónico bellamente compuesto se abre exponiendo la temática “dominando las aguas”, donde Océano aparece al centro dominando dos hipocampos, flanqueado por Abundancia, que vierte agua desde su jarrón, y Salubridad, que da de beber a una serpiente de la suya. 

Sobre las aguas, esculpidas en travertino y mármol blanco, se encuentran dos tritones, uno representando el mar en calma logrando dominar a su hipocampo sin esfuerzo, y al mar agitado, manifestado por otro de difícil control. La obra completa representa la naturaleza del océano y sus aguas mediante una escultura de bulto redondo obra de Salvi, que rescata trazados del propio Bernini y oculta detalles de su vandalización temprana. Hoy, la fuente representa un punto de encuentro para contemplar la belleza barroca de Roma y su tributo a las aguas exteriores mediante una obra escultórica y arquitectónica únicas en su tipo, que atraen a miles de turistas a contemplar tan bello trabajo escultórico como a contribuir a la tradición de lanzar monedas a sus aguas. La Fontana di Trevi es otro ejemplo de que Roma, a pesar del paso del tiempo, continuó embelleciéndose a sí misma como en sus mejores días de la antigüedad mediante el tributo a su mitología y embelleciendo su propio urbanismo público.