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De mítico elemento londinense, a una tóxica amenaza ambiental.

 

El folklore londinense está bien nutrido en cuanto a elementos representativos, que van desde lo arquitectónico a lo urbano, de lo tradicional a las tendencias modernas; no por nada Londres es una ciudad cosmopolita que se caracteriza por poseer toda clase de elementos icónicos dentro de su naturaleza urbana como una de las ciudades más antiguas de Europa, siendo entre sus elementos naturales, los cielos nublados, las lluvias, el Támesis, y claro, su espesa niebla, los más importantes.

Este último elemento, la niebla, se ha transformado en toda una ciudadana londinense, inspirando toda clase de historias a su alrededor, haciendo de su presencia algo espeluznante dentro de novelas, series y películas, donde dificultar la visión de las calles de Londres es un augurio de algo siniestro. Si bien el uso de la niebla de Londres dentro de la ficción sólo tiene como finalidad ambientar las historias más macabras o dotar de un entorno gélido a la ciudad, existió una niebla que realmente se cobró la vida de varias personas a mitad del siglo XX, una niebla tan espesa y letal que pasó a la historia como uno de los eventos más tóxicos de la contaminación londinense.

El invierno en Londres

Es conocido que la mítica ciudad de Londres es una capital de gélidas condiciones climáticas durante gran parte del año, donde si no son las lluvias y los cielos nublados, es la nieve invernal la que se encarga de mantener esta reputación al día todos los años. La nieve cae en invierno en la capital, y por tanto, hay que buscar la forma de calentar los interiores y mantener cálidos a sus habitantes. Si bien hoy en día es sumamente fácil hacerlo mediante sistemas de calefacción modernos, tanto en el hogar como en escuelas y oficinas, en 1952 esto no fue tarea fácil.

Buscando mantener el calor con la llegada de uno de los inviernos más fuertes de la época, los ciudadanos de Londres explotaron sobremanera los sistemas de calefacción a base de combustibles fósiles de mitad del siglo XX, generando nubes de humo contaminantes que se sumaron a otros factores tóxicos como la contaminación de automotores, chimeneas y otras fuentes de tóxicas partículas que no harían más que generar una nube tóxica letal, una niebla que llegaría durante 5 días para causar mucho daño a los ciudadanos de Londres.

Niebla amarilla y letal

A raíz de un frío extremo se disparó la quema de carbón en todos los sentidos, liberando nubes de ácido sulfúrico que terminaría combinados con la niebla natural de Londres, y que, al despejarse, el ácido pasaría a adherirse a todo lo que tocase: agua, el suelo, vehículos, ropa, y si se había respirado, a los pulmones. La situación se extendió por 5 días donde era casi imposible ver más allá de las narices, y donde los gases provocan una tos tóxica para quienes deambulaban por la calle. 

La crisis ambiental y de salud provocó que los ciudadanos se resguardarán hasta disiparse la niebla tóxica y se solicitó el cese de quema de carbón para lograrlo. El 9 de diciembre, la niebla por fin se disipaba, pero tras su paso se había cobrado la vida de 4 mil personas y enfermado a alrededor de 100 mil londinenses más. Dicho suceso provocaría que autoridades y población en general vieran con otros ojos, unos más responsables, el uso del carbón y el considerar lo delicado que podría llegar a ser el tema medioambiental en la ciudad. Como consecuencia, en 1956 se aprobó la Ley de Aire Limpio en Londres, una norma que prohíbe la quema de carbón en las cada vez más grandes y pobladas zonas urbanas de la capital, evitando así la acumulación de otra nube letal de azufre.

La Gran Niebla de Londres pasó a la historia como uno de los momentos más preocupantes para la ciudad después de la Segunda guerra Mundial, puesto que lo que parecía ser un fog normal al que los ciudadanos de la época estaban acostumbrados durante el invierno, había terminado por intoxicar a cientos de miles y acabado con la vida de otros más debido a la nula regularización del carbón y su uso. La niebla de Londres no es tóxica en la actualidad, a menos que se declare algún tipo de contingencia, sino algo natural a raíz del clima de la ciudad y su cercanía al río Támesis. En 2016, la serie The Crown retratará este triste episodio de la historia de Londres en uno de sus capítulos, reflejando de manera excelente la situación para nuevas generaciones, un episodio de la historia británica que cambiaría la forma de ver el tema medioambiental en las grandes ciudades del reino unido y del mundo.