Díaz gobernó desde la cima de la Ciudad de México.
El Castillo de Chapultepec es uno de los grandes íconos arquitectónicos de la Ciudad de México, vestigio de la transformación histórica de nuestro país y baluarte de los cambios políticos del gobierno mexicano, desde el virreinato, al segundo imperio hasta llegar a nuestro periodo de interés: el porfiriato. Tal como hoy el actual presidente gobierna desde su austeridad Palacio Nacional como si de la corona británica se tratase, en su momento Porfirio Díaz hizo lo propio al designar como su residencia oficial el mismo Castillo de Chapultepec, aquel que años antes uno de los grandes “enemigos” de México habitaría de igual manera, Maximiliano de Habsburgo.
Para quienes han visitado el palacio que se alza sobre el cerro del Chapulín sabrán coincidir con quien escribe en que este recinto está lejos de llamarse austero al igual que Palacio Nacional. Chapultepec es un palacio en todos los sentidos, desde su ubicación privilegiada en medio del bosque y a gran altura, hasta por sus interiores que manifiestan un estilo de vida digno de reyes y emperadores, con el lujo en cada rincón de las habitaciones, salas, dormitorios, pasillos y mobiliario. Porfirio Diaz no fue tonto al elegirla como residencia, puesto que Chapultepec es tal vez una de las residencias, hoy museo, más increíbles de la historia de México.
Gobernando desde la cima
Desde su llegada al poder y por más de 3 décadas, el general Porfirio Diaz gobernó el país buscando hacer de México una potencia digna del mundo moderno, trayendo progreso en muchos aspectos, un estilo de vida afrancesado bastante evidente, y claro, desigualdad social que más tarde le pasaría la factura. Pero mucho antes del estallido revolucionario, Diaz modernizó al país desde una burbuja elitista de evidente entorno aristocrático, emulando las costumbres de aquellos que idolatraron él y su familia: las potencias europeas y sus sociedades recatadas, principalmente Francia.
Sumergido en este nuevo estilo de vida de lujo, riqueza y poder, Díaz dejaba atrás al guerrillero combatiente salido de Oaxaca que pelearía para expulsar a los francés de México y quitar del poder a Maximiliano para convertirse en este último, habitando su residencia temporal y viviendo obsesionado con la nación que combatió fieramente. Siendo uno de los grandes misterios esta incongruencia, la realidad es que Díaz durante sus 30 años de gobierno vivió como un completo aristócrata o incluso hasta Rey en medio de una República “demócrata” y desigual, y el gran ejemplo de esta contrariedad es su morada en lo alto del cerro del chapulín, un palacio que basta con visitar hoy para conocer la vida de lujos monárquicos de don Porfirio y su esposa Carmen, cuya familia era conocida por su círculo personal como “la familia real”.
La Casa de Verano
Diaz y su familia habitaron múltiples residencias a lo largo de su mandato, entre las que destaca su residencia en la calle La Cadena (de la que ya no queda nada), y por supuesto, su “casa” de verano, el Castillo de Chapultepec. Como sabemos, de casa no tiene nada, pues el palacio sirvió de residencia palaciega de la familia Diaz por muchos años, llegando a habitarla hasta sus múltiples nietos en un estilo de vida digno de reyes. Si bien despacha sus labores como presidente en Palacio Nacional, llegaba a citar a su gabinete al Castillo para asuntos relacionados al gobierno, además de ser sitio frecuentado por los famosos “Científicos” su grupo de allegados más íntimo liderados por Limantour.
La apariencia que hoy podemos apreciar al visitar el museo que alberga hoy el Castillo de Chapultepec es legado principalmente de Díaz y su familia, con lo que se puede admirar una vida de lujos digna del siglo XIX. Convertido este colegio militar en una auténtica residencia de reyes, el Castillo de Chapultepec adquirió un diseño interior donde sobresale el lujo de sus muebles, tapicería, alfombrado, ventanales, muebles de baño y ornamentación que pocas, muy pocas personas eran capaces de poseer durante su gobierno.
Vida palaciega
Por 30 años Chapultepec fue testigo de la vida monárquica de Porfirio Diaz y su familia, hijos y nietos incluidos, los cuales habitaron la ex fortaleza militar como los amos y señores del Valle de México. El hoy Museo Nacional de Historia expone la forma en la que vivían los Díaz, mostrando sus habitaciones, áreas comunes, baños, comedor y demás estancias tal cual fueron utilizados. El general fue el único que habitó por más de un sexenio el castillo, pero otros le seguirán la tradición tras su exilio, siendo hasta 1934 y por decreto del general y entonces presidente Lázaro Cárdenas, que el castillo no sería habitado más y pasaría a convertirse en el museo que hoy es.
Basta con visitar el museo a las alturas de la CDMX para conocer la vida de realeza que el generalísimo disfruto junto a su familia en la cima del poder político de México, algo que supondremos no volvería a repetirse nunca, pero que hoy, en pleno 2022 parece ser todo lo contrario para quienes por gusto y delirio habitan palacio Nacional. La contradicciones políticas de los líderes de México no son una novedad siendo Diaz un claro ejemplo de como lo que criticó en su momento como combatiente se convirtió en su obsesión: ser un afrancesado líder político con delirios monárquicos, y el único castillo del país, su residencia oficial.