Una forma humorística de relatar el México popular del siglo XIX.
El porfiriato fue una época de evidente desigualdad social, donde el rico y aristócrata vivía en las grandes ciudades de la república como todo un esnob europeo mientras la clase campesina se sumergía cada vez más en un estado de pobreza que daría origen a la Revolución. Estos tiempos de brechas sociales marcaron la cultura popular mexicana como ninguna otra, haciendo de la vida campesina y en el pueblo todo un fenómeno cultural que hoy se ha convertido en parte del folclore popular de la nación, donde el mexicano sabe sacar la vuelta a las peores situaciones mediante su habilidad humorística irrefutable.
Para una clase social pobre e iletrada era difícil alzar la voz a las injusticias sociales del momento, donde quienes podían marcar una diferencia y hablar de ello en los medios disponibles como la prensa, preferían hacerse de la vista gorda y buscar un lugar en la alta sociedad mexicana antes de luchar por mejores condiciones para quienes sostenían al país desde la pobreza. Es aquí cuando aparece en la escena periodística del porfiriato uno de los grandes recursos de la prensa libre: la caricatura política, la forma por excelencia de retratar las desigualdades del país y mostrar a sus personajes políticos más importantes al ridiculizarlos mediante la exageración.
México popular y desigual
La caricatura política no es una novedad propia del porfiriato y su desigualdad social, sino un recurso existente desde décadas previas al régimen de Porfirio Díaz. Esta increíble y ocurrente forma de criticar a la clase política y sus actividades mediante la exageración ilustrada y el humor resultó ser un deleite para la sociedad letrada del país, aquellos con acceso a la prensa libre y capacidad educativa para interpretar el contenido de los “cartones”.
Afortunadamente en este paraíso de desigualdad existieron personajes que no permanecieron de brazos cruzados ante esta situación durante el porfiriato, artistas que evidenciaron las malas jugadas de Díaz y sus científicas en la cúpula del poder y retrataron dichos personajes mediante la caricaturización de sus figuras en situaciones humorísticas que al mismo tiempo mostraban la realidad ahí evidenciada. Fue así como se retratan las artimañas gubernamentales del porfiriato y el rezago social a las clases más empobrecidas, mediante el humor y la exageración de los déspotas de la Ciudad de México en el poder.
Ridiculización, exageración y humor
Los periódicos del porfiriato, al menos aquellos que buscaban resistir a la prensa controlada por Díaz, se deleitaron ofreciendo sus cartones todos los días, de la mano de hábiles expertos en la ilustración y el buen humor, destacando el aclamado José Guadalupe Posada, quien, siendo un artista del pueblo, logró retratar la situación al pie de la letra y con alta fidelidad, mostrando la vida popular contrastada con la vida de lujos europeos de los Científicos y sus familias.
Para ello, los caricaturistas hacían uso de la deformación y exageración de los personajes políticos, exagerando el tamaño de sus miembros, deformando sus rostros de forma grotesca, o añadiendo elementos que contribuyeron a contar de manera más gráfica y entendible para todos, letrados e iletrados, los conceptos y las críticas de las ilustraciones y grabados. Esta forma lograría trascender con el tiempo hasta convertirse en una tradición periodística que se adaptaría a las nuevas formas de ilustrar y se convertiría en un elemento obligatorio de la prensa mexicana.
La caricatura política del porfiriato marcaría la lucha social que se estaría cimentando en su época, misma que terminaría con uno de los conflictos armados más importantes del país, donde este recurso periodístico estaría constantemente presente narrando de cerca los acontecimientos revolucionarios. La noble labor caricaturista hoy sigue vigente, cumpliendo con la misma tarea de entonces: evidenciar a la clase política mexicana ante todos mediante el humor y la caricaturización de sus personajes, sin tapujos ni restricciones, pues al final el humor es la forma favorita del mexicano de sobrellevar los males de la vida misma, y en la política no es la excepción.