La gran joya modernista de México hoy es uno de los hoteles más lujosos y bellos de la capital mexicana.
La ciudad de México ha sido testigo de la llegada de muchos de los estilos arquitectónicos europeos en vanguardia, fenómeno que ha hecho que la colección arquitectónica de la capital mexicana sea tan rica y diversa gracias a esta constante incursión de estilos de edificación a lo largo del tiempo. El porfiriato fue un periodo que abarcó diversas vanguardias dentro de la arquitectura en nuestro país que van desde los estilos academicistas como el neoclásico, pasando por el modernismo del cambio de siglo, hasta llegar incluso a los inicios del Art Deco, siendo el más predominante, tanto en la arquitectura como en el estilo de vida de la sociedad capitalina el modernismo o Art Nouveau, mismo que tiene como protagonistas las grandes plazas y parques de la ciudad, los edificios gubernamentales y culturales, y por supuesto, los grandes almacenes departamentales al mero estilo europeo.
Destaca de esto último la incursión de los grandes almacenes en la Ciudad de México, teniendo como grandes exponentes al Palacio de Hierro o Liverpool, tiendas departamentales que revolucionarán la forma de comercializar y exhibir mercancía a la sociedad mexicana del siglo XIX, pero que no se comparan a lo que fue uno de los más grandes almacenes de la capital, el centro mercantil, almacén revestido por el Art Nouveau que hoy prevalece como uno de los hoteles más hermosos de todo el país, el Gran Hotel de la Ciudad de México, una joya modernista detenida en el tiempo.
El Centro Mercantil
El Porfiriato buscaba imitar mucho de lo que ocurría en Europa en cuestión social en medio de una época de industrialización y modernización urbana. Si bien existían grandes brechas sociales en esta época, la modernización orquestada por Porfirio Diaz trajo consigo grandes avances que hicieron de la Ciudad de México un bastión de oportunidad en cuanto al comercio, siendo los grandes almacenes una fuente confiable para la compra de productos de todo tipo, claro está, todo ello vestido con la elegancia misma predominante en ciudades como París o Liverpool.
El modernismo vería en este fenómeno una oportunidad perfecta para arribar a la capital mexicana de manera elegante y lujosa, decorando los grandes almacenes departamentales de la Ciudad de México mediante sus innovadores elementos de herrería, nuevas tecnologías de edificación y diseños arquitectónicos elegantes que convertían poco a poco a la ciudad en una capital al nivel europeo, una obsesión porfiriana.
Destaca en esta época la aparición de un edificio en especial, cuya posición privilegiada junto al actual zócalo capitalino, lo convirtió en la opción número uno para la comercialización y adquisición de productos de todo tipo, así como la administración mercantil de marcas e importaciones. Se trató del centro Mercantil, almacén inaugurado por el propio Porfirio Diaz, el cual ofrecería una alternativa comercial para la sociedad mexicana envuelta en una apoteosis modernista en todos los sentidos. El edificio ubicado con innovadores cimientos y estructuras para su época se vería decorado con un exterior de estilo neoclásico que albergaría en su interior una maravilla modernista al nivel de París.
Palacio modernista
El Centro Mercantil contaba con todos los lujos y tecnologías propios de su época: líneas telegráficas y telefónicas, diseño interior Art Nouveau de motivos florales y naturalistas, incursión del hierro estructural, y la gran novedad tecnológica, la implementación de dos elevadores, siendo junto a Palacio Nacional y el Castillo de Chapultepec (residencia de Porfirio Diaz) los únicos recintos con este tipo de avance tecnológico en México.
Ropa, joyería, electrodomésticos, artículos de lujo y mucho más estaría al alcance de los mexicanos desde su inauguración en 1899 hasta la mitad del siglo XX, donde por poco se vio comprometida su existencia debido a la modernidad cambiante donde los grandes centros comerciales comenzaban a construirse en el país. Su diseño Art Nouveau pronto fue amenazado con demolerse, siendo su rescatista Howard Johnson, empresario estadounidense que lo adquiere para convertirlo en un Hotel de lujo inaugurado en 1968, mismo que mantendría su hermosa arquitectura y diseño modernista intactos y pasaría a ser conocido como Gran Hotel Ciudad de México.
El Gran Hotel
Adaptando su enorme espacio, su posición privilegiada en pleno centro histórico junto al zócalo, sus atributos arquitectónicos y su importancia histórica, el Gran Hotel pasaría a convertirse en todo un éxito de hospedaje que prevalece hasta nuestra actualidad. Su estilo Art Nouveau es su garantía más grande de éxito, atrayendo a todo tipo de huéspedes nacionales e internacionales que buscan maravillarse con su diseño atemporal, donde la herrería modernista, los elevadores de otra época y el impresionante techo de vitral multicolor estilo Tiffany diseñado por el francés Jacques Gruber, garantizan toda una experiencia de hospedaje en la Ciudad de México.
Visitarlo es toda una experiencia que resalta las maravillas arquitectónicas y la elegancia de una época pasada, donde el Art Nouveau parisino aún reviste los interiores del Gran hotel, desde la entrada custodiada por un portero de uniforme rojo, hasta su enorme lobby abovedado por el vitral multicolor. Sus elevadores aún son funcionales, una experiencia imperdible para los amantes del siglo XIX, operados por botones que hacen del hospedaje todo un viaje en el tiempo.
Su elegancia y diseño lo ha convertido en patrimonio de la humanidad, digno de locación para películas, cortometrajes, sesiones fotográficas y la visita de celebridades que buscan impresionarse mediante esta máquina del tiempo hotelera. Con precios accesibles y una ubicación perfecta, el Gran Hotel mantiene sus puertas abiertas para vivir una experiencia más allá de la comodidad de un buen hotel.