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La escuela alemana que cambiaría la forma de diseñar, edificar y hacer arte de la era moderna.

 

Las vanguardias de comienzos del siglo XX tenían como función principal la ornamentación casi sin ningún tipo de funcionalidad. La arquitectura, el diseño y las artes eran prácticamente ajenos entre sí, que, si bien llegaban a representar el mismo movimiento artístico del momento, no funcionaban como un todo, no hasta la llegada de Walter Gropius y su revolucionario pensar de unificación artística, arquitectónica y de diseño. 

El periodo de entreguerras en Europa encontraría en Alemania, mucho antes de la llegada del nazismo, el surgimiento de un movimiento innovador que buscó la unión de las disciplinas creativas del momento en función de la estética tanto como de la utilidad. Con el arquitecto Walter Gropius como el pionero de esta filosofía, en 1919 sería fundada la primera escuela multidisciplinaria del mundo, la Bauhaus, literalmente “casa de la construcción”, la cual transformaría por completo la forma de concebir productos para la vida cotidiana, equilibrando la industrialización del siglo XX con la estética minimalista de la época.

Arquitectura, diseño, artesanía, fotografía, bordado, cerámica, y muchas otras disciplinas más, encontrarán en la escuela de Gropius el lugar ideal para cambiar el mundo moderno para siempre, buscando esa unificación entre el uso y la estética.

Walter Gropius, el pionero del cambio

Criado en una familia berlinesa de arquitectos, Walter Gropius se formaría como tal a principios del siglo XX. Una vez concluida la Gran Guerra, Gropius sentiría el llamado para cambiar la realidad arquitectónica de la posguerra, donde la arquitectura, así como otras disciplinas, deberían ser las encargadas de transformar al mundo en beneficio de su función más allá de un nivel meramente estético. 

El arquitecto veía como primordial reformar la forma de enseñar las grandes disciplinas creativas, mismas que debían servir al cambio estructural, ejerciéndola en un equilibrio perfecto con la función estética, ideas que innovaron a sus contemporáneos y le darían la razón para así fundar la primera etapa de la escuela Bauhaus en Weimar, la cual se caracterizaría por ser un periodo idealista y un tanto romántico, mismo que serviría para asentar las bases de su filosofía y la visión transformadora de su primera generación. 

La transformación de la Bauhaus

La consigna de la escuela alemana era que la forma debía seguir a la función. Reuniendo en su primera sede en Weimar las principales disciplinas artísticas del momento ante el llamado de Gropius de volver al trabajo manual en favor de la estética y la funcionalidad, la Bauhaus acogió en sus aulas a los primeros profesionistas en un entorno creativo universal, innovando en el aspecto de una enseñanza tanto para hombres como para mujeres.

La escuela alemana se convertiría rápidamente en una fabrica de innovación artesanal y de diseño, concibiendo una filosofía creativa más que un estilo, que no solamente abarcó la labor artística o arquitectónica, sino que sentó las bases del nacimiento de dos disciplinas hasta entonces inexistentes: el diseño gráfico y el diseño industrial. Tras su reubicación a Dessau, la Bauhaus tomaría un nuevo rumbo que no buscaba la inspiración sino una idea para concebir la labor artesanal, de diseño y arquitectónica. Sería aquí donde se edificará su famosa sede que representa a la perfección el estilo Bauhaus en todos sus aspectos.

Tras la llegada del nazismo al gobierno alemán en 1933, la escuela cerraría sus puertas de manera definitiva tras las acusaciones del Reich de ser una institución con ideales “judío-socialistas”. A pesar de esto, el legado de la Bauhaus ya cosecha frutos en toda Europa, había educado, formado y promovido el talento de profesionistas multidisciplinarios por más de una década, cuya filosofía sentaría las bases del cambio en el mundo occidental del futuro. 

Legado estético y funcional

La Bauhaus habría logrado transformar la forma de ejercer la arquitectura, el diseño gráfico e industrial, la elaboración de artesanías, y la fabricación de productos para la vida cotidiana mediante una visión estética y funcional. Rozando el minimalismo, la Bauhaus instauró el ideal de producir, construir y diseñar siguiendo una línea sencilla que garantizase el uso final del usuario, requiriendo el mínimo para lograr el máximo beneficio final. 

La arquitectura se convertiría en un transformador del entorno posguerra caracterizado por su estructura y estética minimalistas, donde la forma debía cumplir una función en todo momento, dejando de lado cualquier elemento ornamental innecesario para su plena función. El diseño sería aún más innovador ya que marcaría la llegada de dos nuevas disciplinas que llegaron para quedarse, una cambiando la forma de diseñar y producir todo tipo de elementos útiles para la vida cotidiana, y otra dedicada a la expresión visual por medio de elementos gráficos concisos y de colores y formas uniformes, toda una revolución de comienzos de siglo.

La Bauhaus terminaría por ser el equivalente a la madre de las disciplinas creativas del siglo XX y la modernidad, reformando la forma de ejercer la labor creativa en favor de la sociedad y sus estructuras siguiendo una filosofía revolucionaria de unificación disciplinaria y suprimiendo la ornamentación innecesaria y poco útil para el usuario final. Piedra angular de la modernidad del siglo XX, la Bauhaus y su legado se mantienen vigentes hoy en día, habiendo demostrado en su momento que las labores artísticas pueden servir a un bien mayor y funcional más allá de un mero uso estético, por lo cual es y seguirá siendo el gran hito de las disciplinas creativas de la era moderna.