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El aliado histórico de la arquitectura listo para revestir el futuro

 

El entorno natural no deja de ser partícipe en la arquitectura a pesar de la modernidad que rodea las tendencias de la actualidad. Con enormes rascacielos cubiertos de cristal alzándose altos hasta las nubes, complejos de formas orgánicas revestidos de luz y tecnología, o residencias cada vez más minimalistas y altamente tecnológicas; se podría decir que el entorno natural eventualmente dejará de ser parte de nuestra realidad urbana, siendo sustituido por elementos más “útiles” para este entorno ultra moderno y futurista como lo es la robótica. 

Pero la realidad indiscutible es que este planeta le pertenece a la naturaleza y nosotros sólo somos inquilinos (o deberíamos serlo). Por ello, la vida natural nunca dejará de ser parte de nuestro entorno por más urbanizado y moderno que este sea. Contrario a ello, hoy la edificación moderna y futurista ha adoptado la vegetación natural como uno de sus elementos más destacables dentro de la estética que caracteriza a la arquitectura del siglo XXI. Sea partícipe en la edificación o meramente estética, la naturaleza juega un papel importante en el presente arquitectónico, puesto que, como muchas otras cosas, la arquitectura también imita a la naturaleza. 

La naturaleza, el refugio ideal

Si echamos una larga mirada a nuestro pasado arquitectónico hasta llegar a los principios de la humanidad, a ese periodo donde dejábamos de ser salvajes y nuestras habilidades eran puestas a prueba, la naturaleza siempre ha sido el refugio ideal para nuestra especie. Las cuevas, si bien ya preconcebidas por la evolución del planeta, fueron nuestro refugio por siglos hasta que decidimos intervenir un poco en ellas. 

Aprendimos a construir en medio del entorno natural, edificando en casi cualquier tipo de ecosistema utilizando el entorno mismo y lo aprendido de él. Desde una cabaña en el bosque hasta un iglú en las zonas polares, la simbiosis que el ser humano tiene con la naturaleza parece ser eterna. La arquitectura ha estado influenciada por la naturaleza que nos rodea desde siempre, adaptándose a las condiciones climáticas para lograr un refugio más cómodo y eficiente, y esto no ha dejado de ser así.

Jardinería, la naturaleza reafirmando el estatus

Tan pronto dejamos de vivir en la naturaleza, comenzamos a utilizarla para crear nuestro propio entorno, actividad que hasta nuestra actualidad no ha cambiado mucho. Sin embargo, en ese largo trayecto histórico, la naturaleza también ha participado de diferente manera en la arquitectura, siendo tal vez su uso más recordado el estético y decorativo. La jardinería se convirtió en un aliado importante para demostrar el poderío de las clases gobernantes durante siglos, privilegio que solo los más ponderados poseían. Por ello vemos con frecuencia que los palacios y castillos alrededor del mundo están rodeados de amplios jardines privados cuya finalidad muchas veces era solamente eso, demostrar el poder y la clase de sus propietarios.

En tiempos más modernos, durante la Era Victoriana, contar con un jardín privado y más aún, mostrar interés por la botánica como pasatiempo, prácticamente era sinónimo de clase y estilo. Por ello en el siglo XIX proliferaron los recintos dedicados al estudio de las plantas y la naturaleza, siendo uno de los objetos de estudio favoritos de las altas esferas de la sociedad en busca de demostrar su nivel aristocrático ante todos. 

Modernidad y el cambio climático

La naturaleza cambia su participación en la arquitectura según el periodo histórico y sus necesidades. Sirviendo como refugio en sus inicios a ser utilizada como una mera decoración, pasando a ser un fino pasatiempo de los ricos hasta llegar a la actualidad, donde la arquitectura y su imparable transformación urbana no deja de lado el utilizar este recursos natural, que va desde su aplicación decorativa hasta su implementación en busca de mitigar la problemática más importante del siglo XXI: el cambio climático.

Nos fascina ver rascacielos ultramodernos de diseños únicos recubiertos de vegetación o donde la naturaleza tiene una participación importante en el diseño final de estos edificios. La realidad es, que a pesar de que podríamos creer que esto es una cuestión meramente estética (que en muchos proyectos sí lo es), los estudios arquitectónicos y desarrolladoras ven necesaria la participación de la naturaleza en sus proyectos en busca de combatir el calentamiento global. 

Pero ¿Cómo la implementación de jardineras, parques y áreas verdes alrededor de un gigante arquitectónico pueden contribuir a mitigar los estragos climáticos? Aunque parezca increíble, revestir los edificios con naturaleza tiene múltiples beneficios en el entorno urbano, siendo el más destacado la purificación del aire y la reducción de los niveles de CO2 en el área, requerimiento que muchas ciudades han establecido en base a acuerdos firmados de carácter global que pretenden reducir la huella de carbono en las capitales del mundo. Además, la vegetación funciona como un excelente regulador térmico natural, con lo cual es posible reducir en gran medida el consumo energético de la calefacción utilizando plantas, jardines y árboles en medio de la modernidad arquitectónica futurista del siglo XXI.

Un mañana verde

Hoy en día sería imposible concebir un entorno urbano sin preocuparse por la naturaleza a nuestro alrededor. Edificar ciudades donde la participación natural sea nula traería consigo problemas ambientales donde prácticamente sería imposible llevar a cabo nuestras actividades con normalidad. Por ello es importante la compensación natural, esto es, edificar con la modernidad que demanda nuestro tiempo sin dejar de lado el elemento verde impregnado en nuestra naturaleza humana.

Aunque la visión arquitectónica del futuro demanda construcciones altamente tecnológicas y de grandes proporciones, el factor natural es un elemento cada vez más recurrente en esta visión del mañana, tanto por sustentabilidad como por dejar un espacio merecido a este aliado de nuestra especie que por milenios nos ha servido para sobrevivir y del cual hemos aprendido como especie civilizada. Como conclusión, por más futurista y prometedor que el mañana parezca para nosotros, la naturaleza será partícipe indiscutible de nuestro futuro arquitectónico.