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Un análisis a una de las tradiciones más bellas de la cultura mexicana

La adoración es un elemento recurrente dentro del folklore mexicano, desde sus orígenes prehispánicos hasta su periodo católico, donde rendir plegaria y ofrenda a sus creencias siempre ha sido motivo de celebración. El mestizaje trajo consigo una serie de nuevas tradiciones que buscaban adaptar las dos culturas en busca de lograr un punto medio de identidad, teniendo como ejemplos más destacados la Virgen de Guadalupe, que logró acercar la fe Católica a los pueblos indígenas; y por supuesto, la ofrenda del Altar de Muertos, tradición que mezcla elementos del catolicismo con la simbología y creencia del México prehispánico. 

Es noviembre, y es más que merecido un análisis a una de las tradiciones más queridas por los mexicanos, aquella que mezcla el culto religioso de los españoles, las creencias sobre la vida después de la muerte de las civilizaciones antiguas de Mesoamérica, y por supuesto, todo el color que caracteriza al Día de Muertos. Echemos un vistazo a los orígenes, a la simbología y a los elementos que componen el Altar de Muertos, la ofrenda a los difuntos con la que México acepta su naturaleza mortal y le rinde homenaje con el color y la picardía que los identifica como nación.

Sincretismo religioso

Mucho antes de la llegada de los españoles a Mesoamérica, los pueblos originarios ya celebraban una existencia más allá de la muerte. Dentro de la cosmovisión de los grupos étnicos del México antiguo existía una creencia de que el cuerpo contaba con una esencia similar al Alma, la cual partía al inframundo pero seguía viviendo más allá de la existencia terrenal, por lo que necesitaba sustento, el cual, era proporcionado por los vivos a modo de ofrenda. Por ello, la tradición del Altar de Muertos tiene un origen prehispánico, rito que se negó a desaparecer tras los intentos de los conquistadores de suprimir todo culto “pagano” en su búsqueda de evangelizar las nuevas tierras.

Contrario a esto, los españoles encontraron una forma de mezclar su religión con las creencias de los naturales. Es aquí donde ocurriría uno de los muchos sincretismos religiosos que buscaron atraer a los nativos a la religión Europea mediante sus propias creencias, introduciendo elementos como los crucifijos y otros símbolos sacros dentro de la tradición de la ofrenda a los ancestros. 

La cosmovisión del inframundo

Para muchas de las civilizaciones prehispánicas, la visión del inframundo es muy similar entre ellas, donde las almas de los difuntos deben recorrer una serie de niveles hasta alcanzar el eterno descanso. Este inframundo lleva el nombre de Mictlán, que representa una serie de pruebas que el fallecido deberá superar para obtener finalmente su merecido descanso tras su muerte física. 

El Mictlán es representado en la ofrenda mediante los 9 niveles o pisos que estructuran un altar de muertos tradicional. Siendo las almas seres existentes de forma supraterrenal, era necesario alimento así como sus pertenencias durante su viaje por el inframundo, por lo cual, sus parientes vivos decoraban la ofrenda del difunto con sus pertenencias y su comida predilecta, rito que hoy en día sigue respetándose en la celebración moderna del Altar de Muertos. Aunado a esto, en el más allá mexica, el Dios Xólotl, representado como un perro, era quien recibía a las almas y las conducía a través de los 9 niveles a modo de guía, por lo que era una práctica común entre los mexicas sacrificar a la mascota del fallecido y enterrarla con él. 

La ofrenda

Ahora que conocemos un poco más sobre el origen de la ofrenda a los muertos, es momento de analizar los elementos y los simbolismos que el Altar de Muertos tradicional rescata tanto de las prácticas prehispánicas como de las contribuciones católicas a la celebración.

7 niveles. representan los niveles del Mictlán que el alma del difunto debe recorrer en compañía de Xólotl y valiéndose del alimento y pertenencias colocadas en la ofrenda. En el Altar tradicional, son representados mediante pisos o niveles a modo de pirámide, en los cuales son depositados los alimentos, artículos personales y de decoración que servirán al fallecido en su recorrido. Otras ofrendas más convencionales son representadas solamente con 3 niveles que hacen alusión al cielo, la tierra y el inframundo. 

Aromas. La función aromática en la ofrenda consiste en representar los frutos de la tierra y la purificación del alma del difunto. Los aromas más comunes dentro del Altar tradicional son el laurel, el romero y la manzanilla.

Arco. El arco tiene la función de representar la entrada de las almas al inframundo, colocando en la parte superior de la ofrenda y siendo decorado con palma o flores de cempasúchil. 

Los 4 elementos. La representación de los cuatro elementos en la ofrenda hace alusión a la naturaleza del mundo, cada uno siendo representado de diferente manera en la ofrenda:

Viento: el papel picado en el Altar tiene la función de representar al viento, utilizando principalmente los colores amarillo y morado para dicho propósito, que representan la pureza y el duelo respectivamente.

Fuego: el fuego tiene la función de iluminar el camino de los difuntos, por lo que la implementación de veladoras, velas y cirios son algunos de los más comunes. 

Agua: representada de diferentes maneras, su función principal es la de saciar la sed del difunto durante su trayecto por el inframundo. Colocar un vaso de agua y una cubeta con agua limpia para su baño son algunas de las aplicaciones del elemento de la purificación en la ofrenda.

Tierra: la tierra recuerda las bondades que ofrece la naturaleza, por lo que las semillas y sus frutos no deben faltar en un altar. El cacao es otro elemento importante en la ofrenda al igual que el maíz, ambos frutos típicos del México prehispánico. 

Flores. sin flores, una ofrenda de día de muertos jamás estará completa. La flor de cempasúchil es la flor por excelencia para adornar la ofrenda, ya que su aroma y su color son sinónimos de esta tradición. 

Comida y bebida. El sustento es esencial para garantizar la existencia del difunto en el inframundo. Por ello, la comida típica regional y los platillos favoritos del fallecido deberán estar presentes en el altar. 

Pertenencias. Sus artículos favoritos, amuletos y ropa personal son una excelente forma de honrar la vida del difunto, además de ofrecerle un vínculo directo hacia el mundo terrenal.

Símbolos religiosos. Como parte de la mezcla cultural de esta festividad y culto a los difuntos, hoy en día se implementan varios símbolos católicos en la ofrenda, como figuras religiosas, crucifijos y rosarios, logrando ese sincretismo prehispánico con la ya más que arraigada fe católica de los mexicanos. Las cruces suelen representarse con sal, elemento purificador de almas. 

Calaveras. Nada puede representar más a la muerte y a esta festividad que la mítica figura de las calaveras. De chocolate, amaranto o de azúcar, las calaveritas son un elemento obligado en la ofrenda, ícono de la festividad del Día de Muertos y símbolo de la mortalidad del ser humano.

El color es parte importante de esta celebración. Aplicado en el papel picado, en las calaveritas o en el uso de flores contrastantes con el cempasúchil, la celebración de los muertos debe ser motivo de alegría. La ofrenda es una excelente forma de rendir homenaje a los antepasados, recordando su vida y recordándoles que no han sido olvidados. Esta festividad en general es una de las celebraciones más complejas y bellas que existen en nuestro país, llena de simbología, tradición milenaria y fe, un rito diverso que representa al México multicultural contemporáneo y expone ante el mundo el gran acervo de cultura y tradición que tiene nuestro país.